Shakespeare en Verona


No conozco a ningún adolescente que no se enamore de esta película. Que no imagine que forma parte del argumento, que no sienta removerse algo dentro de sí al visionarla por primera vez. Esta es la película que tienes que ver a los trece años. Tendría que formar parte de la iniciación a la juventud, tendría que ser asignatura obligatoria en la educación sentimental, tendría que incluirse en el pack que los padres utilizan, con mayor o peor fortuna, para enseñarles a los hijos que la vida está por delante. 

Hay un elemento que sirve de hilo conductor para la historia y que te hechiza. Ese elemento es la música. Aquí, Nino Rota. Allí, los entregados espectadores que disfrutan con una partitura que alcanza momentos mágicos, como el del baile en el que los dos jóvenes juegan al gato y al ratón, se cruzan, se separan, se tocan los dedos a través de la cortina, en un rito de seducción que tiene la fuerza de la emoción. Shakespeare es el poeta del amor en todas sus versiones y Romeo y Julieta es el amor al amor, el deseo de enamorarse por sobre todas las cosas. 

Si la música es la melodía, la letra de la historia la compone el vestuario. El diseño, absolutamente original, cuidado y basado en la época en la que Shakespeare sitúa la historia, fue obra de Danilo Donati, prestigioso figurinista italiano que consiguió un Oscar en esta ocasión y otro por Casanova (1976). La calidad y calidez de las telas elegidas, sus colores, que representaban los sentimientos y los momentos trágicos, tuvieron cumplido lucimiento con una iluminación esplendorosa. 

Olivia Hussey y Leonard Whiting son los protagonistas. Surgieron ambos de un casting muy exigente en el que participaron muchos jóvenes. Eran desconocidos, aunque tenían cierta experiencia en interpretación, nada del otro mundo, desde luego. Sus físicos resultaron reveladores, apropiados, exactos. Así que se convirtieron en el joven Romero y en la bella Julieta, los paradigmas del amor puro y llevado hasta el extremo. La historia que el maestro Shakespeare había recogido de una leyenda local, alcanza en su dramaturgia una altura épica y la realización de Zefirelli la dota del necesario empaque, del tono y del aire adecuados. El director intentó plasmar de la forma más certera posible el fondo y la forma del texto, para lo que fue decisiva su propia experiencia en teatro y en ópera, no en vano la música tiene una importancia excepcional. La edad de los jóvenes protagonistas era la exacta lo que otorga mucha más verosimilitud a esta versión puesto que en otras los actores que los encarnaban eran adultos. 

La historia contiene todos los ingredientes para resultar apasionante: el amor a primera vista, los conflictos familiares, la venganza, la lucha, los duelos, la desgracia, el destierro. Los escenarios adelantan lo que será la época romántica: la plaza de Verona, un baile, el balcón de la alcoba de Julieta, el cementerio, la iglesia, la cripta…El final, conocido de todos, añade una moraleja pacifista y el consuelo de que la sangre derramada no será inútil. 


Sinopsis:


Los Montesco y los Capuleto son dos importantes familias que viven en Verona (Italia). Su enemistad es conocida de todos y llega a importantes extremos. Sin embargo, el destino hará que se conozcan los dos jóvenes herederos de cada una de ellas. Julieta Capuleto y Romeo Montesco se enamorarán, creándose así el conflicto. 
Teobaldo, del bando Capuleto, insulta a Romeo; a pesar de ello, este rehúsa batirse en duelo por amor a Julieta. Pero Mercuccio, el mejor amigo de Romeo, entabla duelo a muerte con Teobaldo. Cuando Teobaldo mata a Mercuccio, Romero, abocado a un destino triste a pesar de que él únicamente aspira a ser feliz junto a su amada, interviene y mata a Teobaldo por lo que es desterrado a Mantua. 
Tras la petición de mano que hace a Julieta el conde Paris, pariente del príncipe, ella pide auxilio a Fray Lorenzo, quien le aconseja que acepte la boda y le entrega un elixir que la sumirá en un estado parecido a la muerte. Le indica tomarlo la noche anterior a la boda y se compromete a estar con ella cuando despierte en la cripta de su familia, acompañado de Romeo; después, ambos jóvenes escaparían. Pero el destino interviene de nuevo y el mensajero enviado no encuentra a Romeo, ya que éste, avisado por su criado de que Julieta ha muerto, ha salido inmediatamente hacia Verona.
Romeo llega al cementerio junto a Julieta, la besa por última vez e ingiere un veneno que acaba con su vida. Julieta despierta y el fraile trata de convencerla para que huya con él, pero la joven se niega al ver a su esposo muerto. Se acerca a Romeo, lo besa y se hiere con la daga de su esposo: muere abrazando a su amado. En la última escena, el príncipe de Verona pronuncia un discurso en el que llama a la concordia a las dos familias enlutadas.

Algunos detalles de interés:

La historia de Romeo y Julieta, tal y como Shakespeare la concibió, es, seguramente uno de los argumentos más reiterados en la mundo del cine, también en el del ballet.

Hay una versión de Lubitsch de 1920; otra de George Cukor de 1936, en la que los protagonistas eran interpretados por Leslie Howard, que ya contaba con 43 años y Norma Shearer, con 34. Además, Renato Castellani hizo una versión en color en 1954; Juri Weis rodó en 1960 Romeo y Julieta y las tinieblas,  y Robert Wise y Jerome Robbins realizaron en 1961 la famosa West Side Story en la que los contendientes veroneses se transforman en bandas callejeras. La versión de 1996 de Baz Luhrmann, con Claire Danes y Leonardo di Caprio proporcionó a este una enorme fama entre el público joven. 
En España hay dos versiones de Montoyas y Tarantos, la primera de 1963, de Rovira Beleta y la segunda de 1989 de Vicente Escrivá. Aquí el argumento se traslada al mundo gitano. 

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