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Patricia Higshmith: gente oscura



En 1921, hizo cien años el pasado 2021, nació en Texas una niña que, andando el tiempo, sería la famosísima escritora Patricia Highsmith. La cara hosca, desabrida, el gesto de pocos amigos que presenta siempre en las pocas fotos que hay de ella nos indican que tenía una personalidad difícil, problemática, lo que hoy llamaríamos alguien con dificultades para las habilidades sociales y las relaciones en general. 

No es raro esto si pensamos que fue una niña sin referentes paternos. A su padre no lo conoció hasta los doce años y con su madre tuvo una relación terrible, consciente de que no quiso que naciera. Fue su abuela materna la única persona en su infancia que le insufló algo del calor que todo niño, que toda persona necesita. 

Tampoco ayudó mucho la convicción que adquirió casi en su adolescencia de su homosexualidad. Se consideraba una persona diferente a las demás en un momento en el que las diferencias se pagaban. Se la acusó, por tanto, de misántropa, antiamericana y se la calificó (hecho este incontrovertible) de alcohólica y difícil de trato. 

Lo que sí destacaba en su vida era su afición extrema a la lectura y podemos considerar que esto constituye quizá una respuesta a su situación familiar y personal, un refugio ante la soledad y la incomprensión. La lectura salva, ya lo hemos dicho muchas veces y lo hemos oído otras tantas. Ser capaz de adentrarte en otros mundos, percibir que existen unos horizontes en los que no se te juzga por lo que eres o deseas, es una gran cosa para las almas atormentadas. Detrás de un gran lector puede haber, en este caso lo hubo, un escritor, una escritora. 

Una persona solitaria y asustada como ella tuvo que crear un universo literario especial. No es, por eso, una novelista noir al uso, ni una escritora de misterio como otras. Su mundo presenta la dolorosa ambigüedad de trasladar el mal a la vida cotidiana. Sus personajes no son lo que parecen y sus rostros amables y hasta bellos son una máscara que oculta la maldad. La culpa, la mentira, el crimen, la ambigüedad, la ocultación, son sus temas favoritos. Juega con los sentimientos humanos a veces de modo cruel, sin esa pátina de piedad o de comprensión que podía resultarnos cercana. No. Ella conocía bien la otra cara de los seres humanos y la potenció a la hora de plantear sus obras, en un acercamiento psicológico en el que pueden observarse características y trastornos que, en la vida real, nos cuesta calificar. 

Adentrarse en los libros de Patricia Highsmith es un ejercicio muy particular. A la gente que no le gusta, no le gusta nada. En cambio, sus lectores tenemos con ella una relación muy especial. Al final, llegamos a entenderla, llegamos a percibir ese razonamiento oculto, ese hilo de Ariadna que se enhebra a poco que te familiarices con ella. Por eso leerla es una tarea lenta y que no puede resolverse en la lectura de un solo libro. Hay tantos matices como personas aparecen en sus obras. Esos matrimonios aparentemente felices. Esos tipos guapos que te estafan y te asesinan. Esa moralidad inexistente que flora en el aire para hacerte sentir culpable. Esa duda permanente que te llena de preguntas que antes nunca te hubieras hecho. Ese escalofrío al pensar que, cerca de ti, el ladrido de un perro puede esconder otras motivaciones que desconoces. 

En 1950 publicó su primera novela "Extraños en un tren". El argumento es tan sencillo como extraordinario. Dos personas que se conocen casualmente, tienen intenciones ocultas de matar a alguien de su entorno. Para lograr el crimen perfecto nada mejor que intercambiar los asesinatos. En este dúo, alguien se sentirá más arrepentido y alguien tirará más de la cuerda. El asesinado nato, el psicópata, por un lado, y el hombre agobiado que desea cambiar de vida, por otro. Un tándem inquietante. No hay duda de que aquí había una historia que podía atraer a ese otro genio del crimen que es el londinense Alfred Hitchcock. Cómo no. Así que se rueda la película, de ese mismo título, siendo la primera adaptación de una obra highsmithiana que se lleva al cine. 




(Fotogramas de "Extraños en un tren")

"Strangers on a Train" fue rodada en 1951 y en 101 minutos de metraje resuelve la historia a través de un magnífico guión firmado por el gran Raymond Chandler con el auxilio de Czenzi Ormonde, la música no menos genial de Dimitri Tiomkin y la fotografía en blanco y negro (que recibió un aplauso unánime) de Robert Burks. Los personajes principales están perfectamente escogidos y resulta difícil imaginarse otros, cuando uno lee el libro si antes ha visto la película. Robert Walker es Bruno, el joven que está deseoso de librarse de su padre para obtener su fortuna y vivir la vida a conveniencia, que propone a Guy, un famoso tenista encarnado por Farley Granger, que se ofrece a matar a su mujer, que no quiere concederle el divorcio, si él hace lo mismo con su padre. 

Así, el crimen sin móvil es el motivo central de la novela y de la película. Dos personajes que se encuentran y que actúan y son de muy diferente manera: el amoral y alcohólico Bruno, y el ambicioso Guy. Sus reacciones serán diferentes pero el destino tiene aquí las cartas marcadas. Ese discurrir de la pendiente entre las vidas de uno y otro genera el vértigo que mantiene al espectador absorto en la trama, tanto en la película como en el libro. 




Otras adaptaciones cinematográficas han llevado a Patricia Highsmith a la gran pantalla. El personaje de Tom Ripley, estafador, bello y falto de principios, constituye el más representado de los suyos. A mi juicio ninguna de esas presencias de Ripley en el cine puede superar la de Alain Delon, en la película de 1960 "A pleno sol" que inaugura la saga. Otras adaptaciones y otros intérpretes no logran estar a la altura de Delon, tan hermosamente guapo, tan lleno de ternura, tan especial a la hora de llevar al cine a los personajes, tan duramente inhumano. 

Si hablamos de libros, tengo mis propias predilecciones en la obra de Highsmith. Predilecciones personales que no tienen nada que ver con las apuestas de la crítica y que obedecen a mi íntimo itinerario literario por sus novelas. Me quedo, además de con "Extraños...", con "Mar de fondo" de 1957, "Rescate por un perro" de 1972, "Gente que llama a la puerta" de 1983, "El hechizo de Elsie" de 1987 y, entre sus libros de relatos cortos "Sirenas en el campo de golf" de 1985. 

Grande, grandísima escritora, personaje excepcional, mujer atormentada, creadora de un universo propio, que trasciende el bien y el mal para colocarnos en la duda. Y dudar es un ejercicio de esperanza tanto como de zozobra. En los cien años de su nacimiento bien merece un recuerdo. 



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