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María Borrico, por las calles de La Isla


Su nombre no tiene el eco romántico de otros. Por eso, a veces, parece escondido y presa del olvido. Sin embargo, algunos de sus logros pueden oírse todavía en las gargantas de los artistas. Cantaora y cañaílla, María Borrico es, también, María Fernández Fernández, nacida en San Fernando en 1830, hermana del Viejo de la Isla y tía, por tanto, de Agustín Fernández Bernal, de quién parte la familia cantaora de los Melu de Cádiz. María formaba parte de una extensísima familia (eran trece hermanos) de los que cantaban varios, incluido el más sobresaliente, Pedro Fernández, el Viejo de la Isla. Había nacido en la calle de San Miguel y su partida de bautismo la refleja Salvador Aléu Zuazo en su importante libro biográfico “Flamencos de la Isla en el recuerdo”, en el que menciona, además, que fue bautizada en la Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo, en pleno centro de la ciudad, en la calle Real.  

Las aportaciones musicales de María Borrico y de su hermano, se inscriben en el universo de las seguiriyas, cantes que, en la zona de Cádiz y los Puertos experimentaron bien pronto una evolución rápida desde los cantes sin guitarra, desarrollándose en múltiples variantes. La principal creación de María es la seguiriya de cambio, llamada por ello “cambio de María Borrico” que Silverio Franconetti, gran admirador de María, añadía a la liviana y la serrana. Se trata de un cante potente y profundo, acorde con las características vocales de la cantaora, de la que ha pasado a la historia su fuerza y sus cualidades.

 Por su parte, su hermano Pedro, el Viejo de la Isla, es considerado el creador de la seguiriya corta de la Isla, un cante que evidencia la forma particular de hacer el flamenco de la escuela gaditana.

 El tiempo en el que María Borrico vivió, los años centrales del siglo XIX, suponen un período de sobresaltos para la historia de España y, mucho más, para la del enclave en el que nació y vivió. Tras los años de la guerra de la independencia y de la proclamación de la Constitución Liberal, los cambios de signo en los gobiernos de Fernando VII y los diversos avatares derivados de las guerras coloniales americanas, suponen un elemento discordante en la vida diaria de los ciudadanos. También lo son, por otro lado, los pronunciamientos, las revoluciones y los problemas derivados de la oligarquía y el caciquismo, elementos centrales del campo andaluz en esos momentos. La ciudad de La Isla, ya independiente de la tutela de Cádiz y con el título de ciudad concedido por el rey Fernando VII, a quien debe su nombre, forma parte de ese núcleo liberal que contempla movimientos políticos y sociales de todo signo.

 En el ambiente flamenco, María Borrico tuvo ocasión de alternar con artistas importantes, el más destacado Silverio Franconetti, ya vuelto de su aventura americana y empresario de cafés cantantes afincado en Sevilla. Queda reflejado en las crónicas que, antes de iniciar su aventura empresarial, pasó Silverio por Cádiz, a cuyo puerto arribó al volver de las Indias Occidentales, donde fue coronado por el grupo de artistas locales como “rey de los cantadores”. También es cierto que Silverio con el ansía de saber que le caracterizaba, escuchó con suma atención los cantes que en los cafés, colmaos y otros locales de Cádiz y la Isla se prodigaba, siendo desde entonces destacado admirador de María Borrico, a la que contrató para que actuara en su café de Sevilla.

 María Borrico forma parte de ese grupo de artistas que han pasado a la historia de flamenco asociadas a su sólo cante, como le ocurre, por ejemplo, a Mercedes la Serneta o a La Trini. Como todos los artistas de La Isla llevan sobre sí el peso de Camarón, nombre que ha eclipsado al de otros artistas de la zona. Sin embargo, el paso de los años no ha conseguido borrar su legado y su creación sigue todavía en la memoria oral de los aficionados y los cantaores:

                                   Dice mi compañera

                                   Que no la quiero

                                   Cuando la miro, la miro a la cara

                                   Yo el sentío pierdo.

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