Un día tan sólo




Solamente un día al año él descansaba. El resto de los días sin importar festivos, puentes, veranos, vacaciones...frío, calor, lluvia, viento, temporales...él no dejaba de trabajar. No era para menos. Nueve hijos y todos en los colegios. En la calle estudiaba poca gente. La gran mayoría de los chavales entraban de aprendices, o eran mecánicos o dependientes. Algunos seguían en el negocio familiar y otros se buscaban la vida en los astilleros. En cuanto a las chicas, lo usual era que se dedicaran a ayudar en casa y se casaran jóvenes. Pero en esa casa las cosas eran muy distintas. Los libros, el cine, los estudios, la política, habían cambiado todas las mentalidades y ellas, las hijas, no pensaban en bodas sino en ser libres.
El día de descanso anual era el 1 de enero, el de su santo. Se vestía elegantemente con su traje azul con chaleco y ofrecía un almuerzo al que invitaba a familiares y amigos. De costumbre le gustaba ir bien vestido, pero ese día se esmeraba más. Recibía los regalos con una mezcla de pudor y alegría, sencillamente, sin ostentación. Le gustaban las corbatas, los gemelos, las colonias, los pañuelos de cuello, los pijamas...hubiera querido ir siempre elegante y lo era de una manera especial: su elegancia se llamaba dignidad.
Ya no está. Este día, el 1 de enero, ha dejado de tener aquel significado. Este año, además, es la primera vez en que ella no es consciente de la fecha, ni de sus recuerdos. No deja de ser el comienzo de un año nuevo, pero de otra forma.

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