Los niños del último banco
Los niños del último banco
Quién encierra una sonrisa
Quién amuralla una voz…
El poeta escribió esto
porque era diferente a otros niños, lo mismo que fue diferente cuando se hizo
adulto. A veces la diferencia constituye una muralla insalvable entre las
personas. El poeta, de niño, como todos los niños, detectaba con claridad que
no tenía sitio en el conjunto del aula, que no tenía amigos y que no hallaba
lugar donde expresarse. Por eso, cuando creció, decidió escribir versos y
publicar libros, aunque esto es algo que no todos los niños invisibles pueden
lograr.
Es muy difícil para los niños ser invisibles, no tener papel
ni sitio que ocupar, ser únicamente un nombre y dos apellidos, a veces dos
apellidos o uno sólo. Todo el mundo necesita ser algo, hacer algo bien, tener
un momento al día, algunos momentos a lo largo de los días, en los que ser
partícipe de alguna cosa, protagonista de alguna historia. Pero esto es, para
algunas personas, francamente difícil.
No queremos que haya niños invisibles en las aulas. No
queremos que, en las escuelas, haya niños que pasen por ellas sin notar el
vértigo de aprender. No queremos que, en los institutos, los niños oigan clases
de chino un día tras otro. Porque todos los niños son nuestros niños. Porque todos los
niños tienen derecho a conocer y a tener un buen maestro.
Por eso creemos que, entre todos, tenemos que hacer el
trabajo complicado de procurar que la atención a cada niño, con sus
peculiaridades y características propias, sea posible. No siempre se disponen
de los recursos adecuados y en muchas ocasiones la voluntad del profesorado se
encuentra con grandes dificultades. Pero el empeño debe ser mayor que la dificultad
porque esos niños, todos los niños, necesitan que el conocimiento, la cultura,
el saber y todo lo que estos conceptos llevan consigo, forme parte de sus
vidas.
Catalina León
(textos recuperados)
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