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Cine y lectura


Estos días medio grises, con la lluvia a punto de saltar a cada paso, invitan a la lectura si no eres demasiado capillita y prefieres recorrer la ciudad con tu paragüas por si ocurriese, de pronto, el milagro de una salida procesional. Pero hay algo que todavía te adormece mejor en este paisaje que parece otoño, con la luz difusa de los momentos de cambio: el cine. No sé quién dijo que la televisión acabaría con el cine y se equivocó tanto. No solamente no ha acabado sino que nos lo trae a nuestra casa de una manera tan sencilla y tan placentera. Estar en tu salón contemplando esa película que, justamente en ese momento te apetece ver, es algo grandioso. El cine te distrae y no te obliga tanto como el libro. Y, a veces, ese libro es la base de la película, creándose verdaderas obras maestras, que pueden hacerte olvidar el papel impreso. Se dice que una película no puede superar un buen libro, pero hay matices. Porque, en otras ocasiones, es la película la que termina comiéndose el libro, dando forma a los personajes, creando espacios y paisajes, inseparables ya de la lectura. Esa asombrosa simbiosis ocurre y nos obliga a pensar en imágenes lo que aparece en el libro. Es difícil que alguien ponga en la pantalla la cara y los gestos de aquellos personajes que nos son tan cercanos, pero no es imposible y entonces nunca más leeremos ese libro sin tenerlos presentes. Cine y literatura, esas dos formas de mirarnos hacia dentro, de dejar a un lado la soledad, de encontrarnos con lo que somos y no recordamos a veces.


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