Arthur y Tony
Sin darnos apenas cuenta, en este inicio de otoño que aún se resiste a llenar nuestras calles de hojas secas, se fueron Arthur Penn y Tony Curtis. El primero, director de cine y el segundo, actor. Mucho más conocido Curtis, aunque el esplendor anunciado en sus primeros años, lleno de belleza y versatilidad (como en la inolvidable "Con faldas y a lo loco", con Marilyn Monroe y Jack Lemmon) quizá no cuajó completamente o se convirtió en algo cotidiano, perdiendo su misterio. Por su parte, Penn dirigió una de las mejores películas de la historia del cine, que, además, tiene la característica de traernos al mejor Brando: "La jauría humana", muestra inequívoca de lo peligrosas que pueden llegar a ser las personas normales y bienpensantes. En ese contexto, Marlon Brando aparecía con la reciedumbre de carácter y la esperanza de que hay otra forma posible de que las cosas ocurran. Y por eso, quizá, rechazó el vestido nuevo que el rico y corrupto de la película había regalado a su mujer, Angie Dickinson, extraña pareja cuya química, al final, resultó eficaz, bastante más que esas jovencitas exóticas que aparecen en otras películas suyas.
Ambos han muerto en los últimos días de septiembre y son hojas del calendario que se caen y se llevan consigo a nombres y personajes que, en un día, llenaron de luz el firmamento de nuestros mitos, de nuestras estrellas.
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