Agatha y las estaciones de tren

 


(Fotografía de la autora del blog)

Las estaciones de tren son lugares mágicos. Allí se suceden los reencuentros, las despedidas y las mil y una historias relacionadas con la aventura de viajar. Actualmente han perdido mucha magia. La mala gestión de los políticos las han convertido en ratoneras y eso no nos gusta porque su encanto tenía mucho de literario. Siempre he vivido en una ciudad con estación. Era muy importante aquella de mi infancia y adolescencia porque iban y venían militares y gente de la mar que tenían allí una singladura importante. Era un edificio antiguo y sin valor arquitectónico pero con mucho valor sentimental. Las despedidas multitudinarias de los soldados y marineros, por ejemplo. Todo lo que estaba alrededor de la estación llevaba su nombre: la calle de la estación, el bar de la estación, el puesto de churros de la estación, la parada de taxis de la estación. Todo. 

Hay muchas otras estaciones. En el siglo XIX en Inglaterra era muy común encontrar novelas interesantes en los quioscos de las estaciones. Eran ejemplares baratos pero muy apreciados. En el siglo XX las historias de Agatha Christie han llenado todas las estaciones del mundo, traducidas a todos los idiomas. Yo misma las he buscado y comprado en un montón de ocasiones. Llegas a la estación, compras una novela y te la lees en el tren durante el viaje. Así se cumple el ciclo. Ese es el encanto de la lectura en el tren. 

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