Casas que se iluminan



Siempre me ha gustado mirar las casas desde la calle, sobre todo cuando se iluminan al caer la noche. Me imagino qué pasará dentro, quiénes vivirán allí, qué harán, qué amores y tristezas se sucederán en esos espacios lejanos. Soñaba con una bonita casa, llena de libros, de flores, de objetos bonitos, de mucha luz, de ventanales y, sobre todo, de jardines, jardines y patios, fuentes, caminitos de agua. Una casa con cómodas butacas para leer a todas horas, una casa con balcones. Con un ambiente cálido, acogedor, fresco, diáfano, grandes armarios, todo muy limpio, brillante, oliendo bien. Una casa con senderos, con vallas, con sentido de hogar. Porque una casa ha de ser un hogar, no puede ser un domicilio, ni una dirección, ni un almacén de cosas. Una casa es un refugio, una aventura, una forma de encontrarte contigo sin que haya distracciones, sin que tengas que esconderte ni fingir. Una casa para evitar el disimulo, para aceptar la realidad, para cojear si lo necesitas, para cerrar los ojos cuando lo deseas, para mirar por las ventanas y ver el mundo alrededor. He pasado por muchas casas aunque no todas han sido mías. En todas he colocado alguno de esos detalles que la convierten en hogar. Me he sentido a salvo, desesperadamente a salvo en algunas de ellas. Otras ya no están y las recuerdo como si el tiempo se hubiera detenido. En otras estabais las personas de la infancia, la gente que ha escrito el amor, la huella de las amigas antiguas. Las casas son el lugar en el que las personas nos convertimos en más humanos, más libres, más tiernos, mejores. 


/Dibujos míos, mi cuaderno de dibujo, sus casas, sus árboles, su cielo, sus montañas, su todo/

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