Un paso más
/Foto de Vivian Maier/
No había nada ostentoso en todo aquello, antes al contrario se podían percibir las dificultades si uno estaba avisado y observaba con atención. Pero a pesar de todo, nunca existieron tristezas incrustadas, si amarguras molidas a mano en el mortero de la cocina. Una ligera pero inevitable tormenta de alegría parecía sacudir la casa en todo momento y con la casa, la vida de todos.
Nos enseñaron el sentido de la compasión, que es un paso más allá de la empatía, y lo hicieron con su propio y diario ejemplo, sin dogmas ni discursos, simplemente mostrando interés por el sufrimiento ajeno y arriesgando la propia comodidad para hacer algo que lo aliviara.
Llegamos a entender que la generosidad es un atributo personal que nada tiene que ver con la posesión de riquezas y que incluye una porción de entrega y otra de prudencia. En esa moneda que cada sábado se daba al abuelito que acudía a pedir limosna se expresaba todo un símbolo. De lo poco que tenemos, hay algo para ti, que tienes menos. No importaban esas leyendas según las cuales los pobres que pedían eran muy ricos. Eso era cosa de conciencia y la nuestra estaba inmaculada.
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