Los indefensos


 /Las espigadoras. Jean-François Millet. Museo D'Orsay. París/

La mayoría de las veces no somos conscientes. El instinto de supervivencia, el de mirar hacia el lado agradable, la necesidad de frecuentar la alegría, todo eso nos oculta la realidad y, cuando la vemos, entonces nunca más abandona nuestra retina. Están los indefensos, estamos los indefensos, y están los otros. Los otros son los que tienen dinero, poder, autoridad, status, fama. Gente poderosa y los indefensos. Nosotros somos los indefensos. Los indefensos sabemos y sentimos que nos caerán los problemas, que nos cercarán, y que no podremos hacer nada. Todos los que están por encima y que nos rodean, cogerán la sartén por el mando y nosotros seguiremos agachados, no veremos la luz del sol, ni conoceremos la dicha de la libertad. Llegará un momento en que solo pediremos que nos dejen tranquilos, solo desearemos que nuestros hijos estén bien y aceptaremos que estamos por debajo de casi todo. Nadie escribirá una carta al director dedicada a nosotros, nadie nos sacará del precipicio. Un padre hacía cuentas y cuentas, sentado en la mesa de la cocina, en la noche más tardía, pero las cuentas no salían nunca. Una chica ha perdido todo lo que tenía en su cuenta del banco porque le han robado la tarjeta y se lo han sacado. Quiere protestar, pero no sabe como. Los indefensos ya no sabemos quejarnos. Solo esperamos llegar a fin de mes, que los dolores que sentimos sean llevaderos, que nuestros hijos sufran lo menos posible, y aguantar, aguantar todo lo que se pueda, aguantar sabiendo que estamos abajo y que encima están los poderosos y esos poderosos tienen en su mano azuzar nuestro miedo. El miedo es nuestro compañero. Desde la pandemia muchos lo vimos claro. El miedo es un enemigo que tiene la capacidad de disfrazarse. Y este miedo de ahora ha venido para quedar. Los indefensos no pintamos nada. No tenemos influencia, ni amistades, ni enchufes, ni dinero, ni tenemos voz, sobre todo eso, no tenemos voz, no somos voz. Ellos, todos lanzarán su mensaje y obviarán nuestro silencio. Alguien puede pensar al leer esto que me he convertido al lado insumiso de los antisistemas pero no es cierto. Ellos son tan poderosos como todos. Los pobres reconocemos enseguida a los nuestros y no están de ese lado. No están, sencillamente. 

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