Hubo veranos felices
Cuando llega el verano, repaso las fotos de hace unos pocos años y vuelvo a revivir las sensaciones de entonces. Me doy cuenta de que hubo veranos felices. Un tiempo en el que la llegada de las vacaciones producía un cosquilleo de placer y en que había disfrutes que ahora se han perdido. Estaba la mar, la playa, los eclipses de luna en sus orillas. Estaba el cine de verano. Estaban las terrazas de los bares hasta las horas tantas. Y la familia. Los días con la familia. Las visitas a los primos. La llegada de amigos. Estaban los hoteles con sus enormes piscinas y el cuerpo todo el tiempo metido en el agua. Estaban los recorridos en coche, los festivales flamencos, las horas destempladas de la madrugada recibiendo el día con una mezcla de euforia y serenidad. Muchos veranos felices, muchísimos, casi todos hasta hace poco, hasta que el viento negro te llevó y luego, tras un pequeño paréntesis, todo se hizo confuso. Hubo veranos felices. Las fotos no pueden mentir.
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