Vas por la calle y te la encuentras

 


/Estatua de Jane Austen en Basingstoke/


Una sociedad orientada al matrimonio tenía que tener por fuerza un gran número de actos sociales en los que se pudieran conocer las futuras parejas. De modo que la vida cotidiana de la gentry dejaba un importante espacio de tiempo al ocio en el que se podían disfrutar de veladas, cenas, conciertos, encuentros, visitas, paseos y, desde luego, bailes. Los bailes no eran solo ocio, también suponían negocio, porque era la forma de conocer gente y, quién sabe, de concertar matrimonios. 

Había bailes públicos en los que se pagaba una entrada. El maestro de ceremonias era el encargado de que bailasen juntos los de un mismo grupo social. En La abadía de Northanger, es el maestro ceremonias del baile de Bath el que pone en contacto como parejas a Catherine Morland y Henry Tilney. Otros bailes eran privados y para asistir era necesaria la invitación. Aquí no había limitaciones a la hora de bailar, pues, al fin y al cabo, no se daban diferencias de clases entre los invitados. Por último, cualquier velada en una casa particular podía terminar con un baile, en cuanto una de las damas tocara el pianoforte. Esto sucede, por ejemplo, cuando en Orgullo y prejuicio van las chicas Bennet a casa de la tía Philipps, que también había invitado a unos cuántos casacas rojas. 

En cuanto a las modalidades de baile eran varias. Estaba la contradanza, que bailaban en filas las parejas. O la cuadrilla, con cuatro parejas formando un cuadrado. También, el boulanger, que se danzaba en un círculo. El vals llegó a finales del XVIII y formó un excelente escándalo porque parecía más atrevido de lo normal. 

Los bailes duraban al menos media hora, durante la cual daba tiempo incluso a intercambiar palabras entre la pareja. Lo lógico era cambiar de pareja cada vez, porque si se bailaba más de dos veces con la misma pareja la murmuración estaba asegurada. Los caballeros tenían el papel activo de solicitar el baile y las damas la obligación aburrida de esperar sentadas. Las hermanas pequeñas de los Bennet tenían poca paciencia para ello y tiraban de los chicos para bailar. Por supuesto que no se podía invitar a bailar a alguien que no te hubieran presentado antes, esto se consideraba de mala educación. 


/Vistas de Basingstoke en la actualidad/

Comentarios

Entradas populares