Si hay prisa, no hay literatura


*Lucia Berlin, escritora, 1936-2004

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Lo contaba en una entrevista grabada en el escritor recién fallecido Paul Auster. Tras ocho horas de trabajo diario, como si fuera un obrero de la literatura, se daba por satisfecho si alguna vez de forma extraordinaria conseguía tener tres páginas terminadas. Lo normal es acabar una sola página y en circunstancias buenas quizás dos. Y nos cuenta su método. Un párrafo que se escribe y se reforma una y otra vez, continuamente, se escribe, se reescribe, se corrige, se vuelve a escribir. Hasta que, nos dice, quede suave, limpio, armónico, como si de ese fragmento surgiera música, rítmico, a compás diríamos nosotros. Ese cuidado en la escritura, esa placidez a la hora de escoger las palabras, es una de las grandes cimas de la creación y cuando se logra, cuando una es capaz de olvidarse la prisa, la inmediatez, la necesidad urgente de decir algo, cuando puedes sentir el sosiego de escribir despacio, de buscar despacio en tu mente las palabras que has de colocar en el folio o en el ordenador, entonces el arte de escribir es eso, arte. No solamente desahogo, no solamente comunicación, no solamente expresión. Es arte, Arte con mayúsculas. Las explicaciones de Paul Auster, tan detalladas, tan limpias, tan cuajadas de detalles hermosos, sirven para que nos comprendamos a nosotros mismos, los seres que tenemos el don de la escritura y muchas veces no sabemos cómo usarlos. Seríamos mejores escritores si nuestro método de trabajo fuera tan despacioso, tuviera es búsqueda de la cadencia, de la música interior, de la melodía de las palabras, que vibran solo si las colocas en el lugar exacto y si antes de eso las has elegido convenientemente. La creación literaria es un extraordinario esfuerzo que mezcla los dos conceptos que Austen defendía y yo con ella. Imaginación y Verdad. Ambas con mayúsculas. La Imaginación hace posible que los mundos que las palabras elegidas expresen tengan la suficiente fuerza, la potencia, el poderoso influjo que hace que los lectores acaben subyugados por ellas. Inventar personajes, tramas, situaciones, lugares, viajes, dolores y alegrías, sueños, todo eso en aras de la Imaginación, instrumento tan poderoso que no está al alcance de cualquiera. Y luego la Verdad. Eso que hay en ti de autenticidad, de forma que los lectores no piensen que están ante un señuelo, ante un revoltijo de cosas hechas para engañar. El engaño es lo contrario de esa Verdad y esa Verdad no tiene que ver con la realidad sino con la convicción, con la honestidad del escritor. Y luego, como pócima mágica, como enorme vivero en el que crecen las palabras y las frases, está el Lenguaje, está el Idioma, está el Estilo. Moldeamos con nuestras manos todo ello para que la obra resultante esté esculpida en el deseable material con el que viven las cosas perennes, las que no desaparecen nunca una vez las has conocido. 


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*Elizabeth Jane Howard, escritora, 1923-2014

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*Edna O´Brien, escritora, 1930

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