Lo había contado Shakespeare

 


Creíste que lo tuyo era un caso nuevo, excepcional, diferente y único. Que a nadie más le había sucedido. Sin ánimo de spoiler, la traición. Tu mano derecha, la persona a la que has ayudado y comprendido, a la que has elevado, a la que has dado tu mayor confianza. Y, alrededor de él, otras personas a las que también ayudaste, comprendiste y elevaste. Y un día, cuando ya ni siquiera hacía falta porque el poder no te interesaba y porque ibas a dejar el cargo para otros, incluso para esa persona, entonces la traición. Nunca antes había comprendido que Shakespeare ya lo dijo antes. Shakespeare explicó cómo la traición se alimenta de deseos de poder, de envidia, de mentira y de simulación. Lo escribió con bellas palabras y con discursos importantes, pero la realidad es que, cuando eso sucede, y sucede, no hay discursos sino silencios. Sucios silencios de gente sin alma. Vosotros sabéis que yo lo sé. Estáis todos manchados, incluido el prócer local que se escondió porque en su balanza siempre estaban los ganadores. Bruto y César son el símbolo y su grandeza está en que Shakespeare escribió de ellos y los elevó a la inmortalidad. Vosotros, en cambio, sobre todo tú, El Gran Traidor, no merecéis más palabras que estas. 

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