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Barrio de la Pastora

Una amiga de Twitter comentaba que era incapaz de sentir por otra Semana Santa lo que sentía por la de su tierra. Y que, cuando llegan estas fechas, su corazón volaba hasta allí y era capaz de recordar miles de detalles vividos en sus calles, junto a su gente, en su suelo. Es así como funciona la nostalgia y su hermana mayor, la memoria. Es así como notamos casi imperceptiblemente, que hay un poso en nosotros que nunca se termina de notar y que responde a lo que hemos sido, a lo que nos ha convertido en lo que somos. Cuando la vida te arranca de tu tierra se siente una punzada de permanente dolor y te preguntas ¿por qué? y no tienes respuestas y piensas que debiste hacer las cosas de otra forma, que debiste reaccionar no sabes cómo pero volviendo, siempre volviendo, nunca marchándote de tus raíces. Perder las raíces es perder la biografía, perder el sentido de la medida de las cosas, perder lo que construye la vida en ti mismo. Muchos cometemos el error de volar, de correr, de saltar y de asentarnos en otro lugar que nunca, nunca, por mucho que se intente, podrá suplir tu tierra de origen, tu mundo. Y aunque los años que pases fuera superen incluso a los que viviste allí, en tu paisaje levítico, esto no será siquiera importante, porque nada hay que te arranque del corazón esa memoria íntima, esa fotografía, ese recuerdo fijo, ese alarde de emociones que es la presencia de un pasado que no puede compararse con nada. El barrio en que viviste, la calle en que naciste, la casa que un día fue tuya, los jardines que visitaste, el colegio que te vio crecer, las tardes en la plazoleta, las horas en las azoteas, las niñas de la calle con las que jugabas, la voz de tu madre avisándote del peligro, el regreso de tu padre del trabajo, el paseo al atardecer del verano, el cine con sus cartelones, el baile y el chico que esperaba tu beso, las amigas y sus confidencias, las traiciones, los desvelos, los dolores y los llantos, los diarios escritos, los poemas inventados, las páginas que rellenaste sin saber que un día las echarías tanto de menos.  
 

(Foto tomada del FB de la Hermandad del Huerto, San Fernando, Cádiz)

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