Ferias

 


Una vez estuve en la feria de Guarromán, que se llama del olivar y yo entonces no lo sabía. Llevaba un vestido precioso que me había hecho mi madre, tan habilidosa siempre para todo, tan creativa. Ella y yo éramos diseñadoras y costureras a la vez, estilistas incluso, porque inventábamos formas y combinaciones que todavía no se le habían ocurrido a nadie. El vestido era naranja y tenía unas pequeñas flores a modo de ramilletes. Llevaba un gran escote de barco que hacía la pequeña manga, un poco caída nada más sobre los hombros. Y en la cintura, antes del despliegue fastuoso de la falda, una cinta de raso de color violeta. Era un vestido increíble. Ahora que lo pienso, también era maravilloso aquel de bambula en color lila, con unos tirantes súper finos, la cintura marcada, la falda espectacular y algo que ideamos entre las dos: un chal de gasa del mismo color. Y...podría enumerar un montón de vestidos durante la infancia y la adolescencia que mi madre llenó con su imaginación y su habilidad. Las manos no tenían secretos para ella. 

Estuve en la feria de Guarromán con una prima y dos chicos guapísimos. Aquello duró hasta altas horas de la madrugada, bebimos, reímos, bailamos y nos enamoramos, todo como era preceptivo. El chico estudiaba Farmacia en Granada y ahora es un farmacéutico formal y de ideas algo rancias. Pero entonces...cualquiera se resiste al suave mecido de un vestido naranja como aquel. 

Ha habido más ferias, algunas otras gloriosas, incluida la que me hizo conocer a una chica que llevaba pamela y eso que era de noche. Las amigas nos moríamos de risa, aquello era Ascott y no una verbena de barrio. Y las ferias "con novio", espectacular forma de disfrutar de los juegos artificiales. Pero quizá las ferias que más he frecuentado han sido las ferias del libro. Pasear entre las hileras de casetas viendo novedades o libros reeditados o preciosidades, eso es genial. Y he sido muy feliz haciéndolo hasta hace poco. Ya no lo hago. Corro el peligro de que se me estropee el maquillaje. 

(Ilustración: Vettriano)

Comentarios

Entradas populares de este blog

El amor es una cabina de teléfonos

Enaguas de seda rosa

En la librería

Dejé pasar el autobús

Sevilla. El pretérito perfecto. Ignacio Camacho y Ricardo Suárez

¡Qué verde era mi valle! (1941, John Ford)

"La hija del tiempo" de Josephine Tey

Confórmate con filosofar

Austen y la vida en la campiña inglesa

"Bajo la nieve" de Helen McCloy