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Austen entre amigos

 


La idea fue de la sevillana Librería Palas, que a mí me parece que es austenita confesa y en la que he comprado muchísimas veces. Durante un tiempo fui vecina, los años que viví en Los Remedios, que a mí es un barrio que me encanta y al que siempre vuelvo con la emoción de lo que te trae felicidad. He paseado por la calle Asunción mis penas y mis alegrías, siempre en charla animada con amigas, que han escuchado mis cuitas igual que yo las suyas. La calle Asunción, ahora y antes, es un antídoto contra todo. Lo llamábamos de esa forma: la medicina Asunción. Las amigas, Luz, Gabriela, Alma, Dulce, Lorena, Patri, Ana, Gema, la pandilla de estudiantes de arte y de historia de américa, las amigas...Y los amores, esos amores contrariados, esos amores perdidos, esos amores renovados, esos amores no vistos, esos amores que nos llevaban muchos años, esos amores que nos invitaban a un martini seco, esos amores...

Así que Palas no podría tener mejor ubicación, mejor lugar para mostrarnos un paraíso de libros. Le decía a una amiga la otra noche que nunca se va uno de vacío si caes en el peligro de entrar en ella. Porque siempre hay un libro para ti. En este caso, si nos fijamos en la foto, muchos libros que te ofrecen su preciosa carga de palabras para tu placer. Rebuscar por las estanterías de Palas es bucear en un fondo marino plagado de sorpresas. Todo lo que es, puede aparecer allí. Desconocidos, conocidos, clásicos, eternos, novedosos, ampliamente difíciles, encantadores, romances, leyendas, vida, libros. Eso es Palas en Sevilla. 

La gente de Palas me ofreció presentar allí "Las mujeres en Austen" y desplegó su pequeño espacio al efecto, aunque, realmente, por muchos bancos que Amparo Lazo pidiera prestados a la marisquería de enfrente, estaba claro que nunca podrían sentarse todas las personas que acudieron al acto, así que muchas se quedaron de pie. Está claro que había dos fuerzas poderosísimas que los empujaban a acudir, dos fuerzas que son capaces de hacerte dejar tu casa en día de muchísimo calor para dirigirte a la pequeña librería para oír hablar de una escritora que vivió hace casi doscientos cincuenta años. Qué milagro!!! Qué gran milagro!!!! El papel de la marisquería al final de todo, cuando un pequeño grupo de grandes amigos que hacía tiempo no nos veíamos nos sentamos a comentar el acto, a comentarnos a nosotros, a recordar tiempos pasados y a relatar el presente, ese momento y esa marisquería, ese montadito de melva y esos caracoles, todo eso, como diría Michael Ende, es otra historia y ha de ser contada en otra ocasión. 

Esas dos fuerzas que nos impulsaron esa noche a todos son la amistad y Austen. No sé cuál es más fuerte de las dos pero está claro que, unidas, forman un tándem imparable. Ella fue una gran amiga de sus amigas y tuvo grandes amigas y seguramente algún amigo. Así que de eso sabía mucho. Y sus libros son una especie de lugar seguro al que se vuelve una y otra vez con la seguridad de encontrar cobijo, con la intención de hallar siempre una frescura nueva y renovada, con la idea de ser felices durante su lectura. Y la amistad es una argamasa tan fuerte, te lleva tanto hacia delante, que no hay nada más refrescante en días de cuarenta grados que una charla suave, tranquila, incluso delicada, con gente a la que llamas amigos o que te llaman a ti amiga desde siempre. Eso es también Austen, una suave charla que se desliza sin molestarnos. 

¡Amigos! Me quedé maravillada al ver allí a mis compañeros de la Puebla del Río, amigos verdaderos, de los que no es necesario ver todos los días pero a los que llevas siempre en el corazón, igual que hacen ellos contigo. Mari Carmen, María Jesús, Fermina, Juan Jesús y Antonio, excelentes personas, grandes maestros con una trayectoria impecable. Que vengan los homenajes y las medallas a gente como ellos que han educado a los niños de la Puebla del Río durante tantos años!!! Pocas parvulistas como MariCarmen, pocas maestras más sistemáticas y entusiastas como María Jesús! Pocos gestores educativos como Juan Jesús y como Antonio!

Elena, con la que compartí algunas de las horas más duras de mi vida y allí estaba ella siempre. Ahí sigue. Hermosa, inteligente, luchadora, capaz. Esther, una ternura que conocí cuando era una maestra de infantil tan cualificada como deseosa de mejorar siempre y que sigue adelante con su carrera profesional a tope. Inmaculada, gran profesional, que pasado por todos los puestos posibles y ahora dirige con acierto un departamento educativo importantísimo. Cristina, mi querida vecina, animosa y lista, con su amiga escritora de la que tanto habla. Cristina, profesora de la universidad, un faro de luz en el flamenco, del que escribe cosas en las que nadie antes se había fijado. Pepa, compañera de años, una especie de luciérnaga permanente, que siempre tiene motivos para la alegría y gran profesora de matemáticas. Fernanda, otra matemática que nos ha dado días de gloria. José Luis y Lola, tan implicados en la enseñanza como en la vida, con fuerza siempre y con valentía. Silvia y su pequeño Gonzalo, tan amable, tan dulce, tan comprometida con los alumnos y sus problemas, tan orgullosa de su hijo. Las dos recordamos a Violeta, que nos faltaba allí en ese momento. Estaba Mercedes, con la que trabajé hace años en Utrera, ahora mi vecina en Triana, siempre amiga. Estaba Javier, un catedrático de Física de los que ya no quedan. 

Estaban algunos amigos de Twitter, como Pablo, Carlos, Isa, Marta, otros cuyo nombre ahora no tengo en la cabeza, gente cariñosa, que se alegra de verte en la realidad, aunque tú quisieras ser para ellos como eras antes: más joven, más delgada, más guapa, más lista. Y había incluso una gran poeta sevillana, María, que hacía los honores al asistir al acto. Genial!

Por supuesto, estaba David, mi querido prologuista, un hombre tan inteligente como cariñoso y amable. Y Sonia y Amparo, las hacedoras de todo, súper importantes. Y más gente que ahora no podría nombrar pero que alumbró el acto con su presencia. A esa gente, desde ya, le pido que disculpe mi poca memoria pero, si puede perdonarse, aludiré a la emoción del reencuentro, pues la pandemia me había alejado de todos y de tantos que el vértigo de descubrir sus rostros y sus abrazos (y el olor, como me dijo Esther) es innegable. 

En realidad, fue una charla entre amigos y amigos de Austen. Ella es el centro de la conversación que mantenemos y ella es la que nos da las pistas para fijarnos en algunas cosas que nos preocupan o que nos alegran. La educación de los chavales, la lectura, el tiempo que vivió, sus amores, los protagonistas de las novelas, y, claro está, sus mujeres. Todas ellas tan distintas como lo somos nosotros, los que en la noche sevillana tórrida nos sentamos aquí, en la librería Palas, en la hermosa calle Asunción del barrio de Los Remedios, para recordarla a ella y recordarnos a nosotros. Tal como éramos. 

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