"Euforia" de Carlos Marzal

 


Lo más curioso de todo es que hay, al menos, otros tres libros recientes que se llaman también "Euforia". Está una novela romántica juvenil de Sonia Lerones Losilla de 2021; una novela de viajes de Lily King de 2016 y un libro de 2022 de Elin Cullhed sobre Silvia Plath. Esta "Euforia" que acaba de publicar Tusquets es un libro de poemas (qué poco me gusta lo de "poemario", que ahora se ha puesto de moda) y su autor es un poeta que, a la vez, escribe ensayo y novela. Me ha gustado adentrarme en su universo. Me ha gustado escudriñar, a través de sus textos, un mundo que se describe plácido, que se describe turbio, que se describe ancho, que se describe íntimo. Es una intimidad de lo cercano, nunca abrupta, pero sí cuajada de preguntas. 

No había leído nunca antes a Carlos Marzal, de modo que no podría comparar este libro con otros anteriores. Y por eso mismo supone un descubrimiento. ¡A mí me gustan tantísimo los descubrimientos!..Ya he contado alguna vez ese cuasi asombro filosófico que surge cuando aparece un autor nuevo (nuevo para ti), del que no sabes nada, ni has leído nada. Es cierto que Marzal es un poeta consagrado pero los escritores, cuando se ponen delante de los lectores, no llevan galones ni llevan medallas, están así, a cuerpo limpio, libres de adjetivos y suposiciones. 

Siempre digo que la lectura es una conversación que estableces con alguien a quien no conoces, que seguramente no has visto en tu vida ni vas a ver nunca, pero que te cuenta algo. Ese "algo" es lo que varía, de la prosa al verso, de la historia a la leyenda, de la ficción a la realidad. Contar historias es muy antiguo, tanto como contar piedras, como el contar matemático. Siempre que abro un libro de poesía percibo que me asomo a una puerta o a una ventana desde las cuales puedo observar un mundo que no es el mío pero que tiene semejanzas en el mejor de los casos. 

Alguien dirá por ahí de este libro que es "de madurez". Y eso se nota, digo yo, en que casi cada poema está dedicado a alguien y en ese alguien hay un montón de escritores, de poetas, de novelistas. Eso solo se consigue cuando uno ha superado la barrera y la angustia del dónde publicar y cuando uno se ha convertido para otros muchos en indiscutible. Se nota en la ligereza de los títulos, se nota en la falta de aprensión en los temas, se nota en la fluidez de las palabras, se nota en la confianza que te hace escribir de casi cualquier cosa. 

El libro está organizado en torno a cuatro epígrafes, cuatro partes: Oigo voces, Ilusionismo, Un verano tenaz, Yo te ajunto. Tiene un aire festivo y un aire escéptico a la vez. Una visión de la vida a través de los pequeños detalles y una reflexión más profunda, más honda, sobre los grandes interrogantes de la existencia. Ambos, lo pequeño y lo grande, entreverados. Si tuviera que elegir un poema elegiría tres: A dúo con el pájaro, por el uso de la primera persona del plural (cantemos, vamos, seamos, estamos) que le da un aire épico que resulta brillante; La rompida, un poema lleno de vigor y de fuerza; Hacer la cena (ese elogio de la rutina de lo cotidiano como la sal de la vida). No esperes de mí, ya lo sabes, análisis sintácticos ni menciones a escuelas, ni experiencia ni nada, ni glosa ni tampoco una crítica llena de frases hechas. La poesía se respira a la vez que se nombra. 

Carlos Marzal (Valencia, 1961) forma parte de la gloriosa tradición poética levantina, que tiene otros nombres ilustres pero que tuvo uno que convirtió mi infancia y la de mis hermanos en un paraíso de versos. Hernandianos todos por influencia de mi madre, horas y horas de libro y recitado, versos que repetimos ante cualquier inclemencia o bonanza de la vida. No descartes la influencia de la tierra y su peculiar forma de entender la luz, la sombra, el silencio, el color, en la obra de los poetas, de igual modo que aparece resplandeciente en la de los pintores. Anoto el nombre de Sorolla, por ejemplo, ahora en su centenario, y su permanente diálogo con la naturaleza. He recordado la playa de Sorolla, la gente de Sorolla, el movimiento de las manos, las escenas, las miradas, los paseos, al leer a Marzal. Que no es poco. 

Nadie escribe sin terminar hablando de sí mismo. 

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