Cualquiera de esas fotos
La fotografía es una de esas ventanas al exterior que son capaces de emocionarnos y de levantar las alfombras de nuestro interior. Toda la historia del siglo XX tiene ahí una fuente documental extraordinaria. Las guerras, los conflictos, los cambios sociales, las luchas, las relaciones personales, el arte, la moda, los descubrimientos…La fotografía es testimonio y es cultura, técnica e imaginación, una fórmula infalible para mostrarnos sin invadirnos. Suelo buscar fotógrafos por ahí y en ocasiones hay alguno que me inspira, me devuelve alguna pregunta o me facilita una respuesta. Verdades, mentiras, engaños, sueños, fantasías, realidades, culpas, miedos…Todo se puede condensar en una foto.
Tuve un marido fotógrafo una vez. Se detenía en los lugares más inhóspitos para hacer instantáneas y yo esperaba impaciente porque hacía frío, calor, lluvia o niebla. No parecía importarle nada más que su objetivo y la imagen que quería captar. Después se encerraba en su laboratorio casero, oscuro, lleno de cubetas, de líquidos, de tendederos, de enormes cajas de papeles, y revelaba las fotos. Aparecían las imágenes en blanco y negro, lechosas primero y luego nítidas. Era asombroso el tiempo que dedicaba a aquello y lo dedicado que parecía a esa devoción, mucho más que a otras cosas que yo consideraba más importantes. Indudablemente me equivoca. Esa afición duró más que nuestro matrimonio estoy segura.
En muchas de esas fotos aparecía yo. Casi adolescente, con la cabeza ladeada, una sonrisa tímida, el pelo alborotado, los ojos escondidos y las manos se sabía dónde. Era una modelo obediente y las fotos son el testimonio.
(Fotos: Garry Winogrand)
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