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Un verano de cuento: Edna O'Brien

Las obras más conocidas de Edna O'Brien (Tuamgraney, Clare, Irlanda, 1930) son las que forman su Trilogía de las chicas de campo. Sin embargo, O'Brien es una cuentista muy notable. Y son sus cuentos, siempre protagonizados por mujeres, los que representan una visión muy cercana de la vida y de la naturaleza, de las relaciones humanas y los sentimientos. 

Ella no se hace ilusiones con respecto a la gente. Sabe que, en un momento dado, habrá traiciones y desengaños. Los sintió ella misma. Gente que no acepta tu talento y que quiere cercenarlo. Personas que intentan imponerte sus ideas. Entornos claustrofóbicos, momentos desasosegantes. Hasta la propia naturaleza es, en sí misma, una enemiga de las emociones. Y el pasado es una losa y el futuro una incógnita, una dudosa reminiscencia de algo que no  ha llegado pero que se anuncia. 

Los cuentos  tienen mucho de sí misma, de modo que, si lees también sus Memorias, verás en ellos desarrollados algunos argumentos que parten de su propia vivencia. La claridad del lenguaje, la disección certera, el agudo comentario, la evidencia exacta, todo ello está en su literatura, a modo de mosaico que muestra, sin esconderse, asuntos que nunca debieron ser oscuros o nunca debieron ser expuestos. 

Las mujeres de O'Brien son "temerosamente felices". No parecen merecer otra clase de felicidad que la emanada de una seguridad inconsistente. Discuten entre ellas, no llegan a ningún acuerdo porque son radicalmente distintas. Muchas están situadas en ese ámbito geográfico y social que era la Irlanda de mediados del siglo XX. Algunos fragmentos así lo demuestran: 

"Fuera de la escuela, lejos del influjo de las monjas, los dioses, los jardines floridos y los actos de contrición, lejos de la capilla con su incienso y sus sermones apocalípticos, lejos de la vigilancia, conoció a un panadero que también era un famoso jugador de hurling con quien inició esa especie de cortejo tan habitual entre los de su clase: cita bajo la columna de Nelson dos tardes a la semana, una cafetería para tomar café y pasteles de crema, cogerse de la mano bajo la mesa, tomar un autobús hasta la pensión de ella, besarse contra una barandilla y devorarse mutuamente la cara como poco antes habían devorado la falsa crema y los bizcochos espolvoreados de azúcar. Pero estas orgías solo incrementaban su hambre, la transformaban en algo insaciable" (Una rosa en el corazón de Nueva York)

Las cosas que pasan en estas historias no son de gran magnitud, no cambian el curso del mundo pero sí determinan la felicidad o infelicidad de algunas personas. También suceden cosas muy sencillas, instantes tan solo, huecos que llenan tristezas. Pequeñas situaciones que las personas contemplan atónitas, como si fuera un gentío que aplaude la erupción de un volcán: 

"La atracción principal de la mañana siguiente fue el nacimiento de siete patitos. Las criaturas se sumergieron en las agitadas aguas pardas ante la mirada arrobada del público. Otros patos se acurrucaban encima de unas piedras, malhumorados quizá por que no les hicieran ningún caso en favor de una madre orgullosa y sus pequeñas crías, bobas y sin plumas. Las palomas también desplegaban la cola, muy molestas, mientras todo el mundo miraba hacia las aguas, sin prestarles atención alguna"

También el amor ocupa su sitio. Esa preocupación recurrente en las muchachas, ese recuerdo casi olvidado en las mujeres: 

"Solo los idiotas creen que hombres y mujeres aman de forma distinta. Los idiotas y los pedagogos. Os aseguro que el amor de los hombres por las mujeres es igual de doloroso, igual de confuso, igual de desconcertante y en definitiva igual de inconcluso...De entre todas las cosas que pueden decirse del amor, la más extraña es el momento en que ataca..."

De manera que os imagino a vosotros, a cada una de vosotras, sentadas en una de esas butacas que el verano convierte en paraíso. Os imagino abriendo el libro, leyendo a Edna O'Brien y pensando, tras cada cuento, qué cosa o dicho os recuerda algo de vosotros mismos, qué momento os ha traído a la memoria ese roce de las manos, esa flor, ese sonido triangular, ese sueño...

(Fotografía de Edna O'Brien que se encuentra en el Museo nacional de retratos de Londres)

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