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Como dos extraños


(Robert Vonnoh. 1858-1933. Bessie Potter Vonnoh at Her Dressing Table)
"No hablaron de cosas íntimas; lo que en tiempos lo había sido todo para ellos, ahora no era nada. En aquella época les habría sido imposible dejar de hablarse un solo instante, sin que pudiera señalarse otra pareja que los igualara entre todos los que estaban reunidos en la sala de Uppercross; y con excepción del almirante y su esposa...no era posible que existieran dos corazones más abiertos, gustos más semejantes ni rostros en que el amor se manifestase más palpablemente. Pero ahora eran extraños el uno para el otro, y aún más que extraños, porque nunca volverían a conocerse. Se trataba de un alejamiento definitivo"

Durante un año Anne Elliot y Frederick Wentworth habían vivido enamorados. Según la forma en la que ambos entendían este sentimiento, eso significaba complicidad, encuentro, acuerdo, unidad. Cuando Elliot, persuadida por la señora Russell, la gran amiga de la familia, la persona sensata que tanto la quería y que hacía las veces de una segunda madre, decide rechazar al militar, algo se rompe para siempre en ambos. Él se siente despreciado y tanto su amor propio como su sentimiento se convierten en enemigos de la joven. Ella solo puede apelar a que lo ha hecho por su bien, esa excusa que tantas veces se argumenta para renunciar a la felicidad que proporciona estar con la única persona del mundo con la que quieres estar. 

Como este libro es el de las segundas oportunidades, he aquí que, pasados unos años, convertido él en un hombre de posibles, con un presente alentador y ella en una mujer sin apenas esperanzas, vuelven a encontrarse y a recordar, si no revivir, el pasado. El párrafo que he situado al principio de este post nos revela con claridad qué sienten y cómo actúan. El recuerdo de lo que fueron late entre ellos. La pena de haberlo perdido, también. Son ahora dos extraños, cuando fueron tan amigos, en ese sentido pleno de la amistad que antecede y complementa al amor. La manera en que Austen lo cuenta es reveladora, no hace falta ser más explícita. Ahí está todo. El conocimiento revela el interés del uno por el otro y eso ya no existe. La extrañeza es lo contrario de la complicidad. Cualquiera que haya sentido el gusto del desamor y la pérdida de lo que constituía su mayor alegría sabe que esa sensación de volver a estar junto a la persona a la que quisiste y te quiso, sin estar en realidad, es un auténtico tormento. He aquí uno de los momentos más duros de la historia.

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