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Mis flamencos. Estrella Morente.


El flamenco es un territorio de libertad. Libertad expresiva y compositiva. Aunque haya todavía quien lo niegue, cerrando los oídos a la evidencia. Y es, también, una música de creación. De autor, para entendernos. En sus más de doscientos años de existencia constatada ha tenido que escuchar a menudo que va a terminarse, que está en crisis, que lo puro se ha acabado, que lo nuevo va a terminar con el cuadro. Jeremíadas y lamentos. Ay, qué fue del cante jondo…Ya Lorca y Zuloaga y Falla y Manuel Ángeles Ortiz temían por su desaparición. Tanto, que despreciaron a los profesionales y fueron a buscar la fuente en donde no podía estar. Un milagro, el Niño Caracol, salvó el empeño, que si no…Si esos malos augurios hubieran tenido algo de verdad el arte flamenco habría sucumbido hace tiempo pero, sin embargo, se muestra pleno, renovado y lleno de futuro. A lo largo de su historia, los grandes artistas, los nombres que la jalonan, a modo de testigos de una evolución imparable, entendieron que su capacidad musical es tanta que no puede constreñirse. Entendieron que las estéticas cambiaban, los gustos del público se ampliaban y que el flamenco era siempre la vanguardia, la posibilidad cierta de transformación a partir de su esencia. Legado e innovación van de la mano, en una indisoluble unión. Si esto no lo entiendes es que todavía no has captado su secreto. 


A modo de ejemplo…

Estrella Morente vive el mestizaje en sus raíces familiares, en su vida cotidiana, en la música que hace y con la que vibra. Un aprendizaje musical basado en la libertad de elección y también en el encuentro. Poemas que se hermanan con el cante. Cantes que se unen con otros ritmos, incluso de allende los mares. Recuerdos de la infancia que se escriben con notas del pentagrama. Baile, cante y toque de guitarra. Al aire, el sonido de Nueva Orleáns. Al aire, la ópera. Verónicas, muletazos, quiebros, todas las artes. Estrella Morente es, en sí misma, mestiza. Tiene el corazón partío. Esto es, en realidad, su cualidad esencial. Un crisol. Un filtro a través del cual las luces de colores de todas las músicas del mundo se decantan y dejan un poso, un suave pero intenso eco que se traslada al cante de inmediato, como si el flamenco estuviera presto a recibirlo y lo esperara. Esperanza es el nombre. Aunque se llame Estrella. 


Frondosa melena oscura, ojos grandes, camisas blancas y chalecos, pañuelos al cuello al estilo campero, mantones como las viejas de Granada, perfil atrevido, mirada firme, imagen propia. Mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Un polisón de nardos para el cante. Lo antiguo pasado por el tiempo que se vive. Y antecedentes. Abuelos, padres, fuentes de inspiración. Cruce de apellidos y de aficiones. Arte. 

Niño Josele acompasa la guitarra para unirse  a la voz de la cantaora en su último disco, un disco con aires brasileños y voz flamenca, porque nada es imposible, ya lo digo. Disco de afirmación y de compromiso. Estoy aquí, canto así, porque esto es lo que quiero, porque creo en esto. “Amar en paz“ es el título del disco y también el de uno de los temas que contiene. Pero quizá haya que ir más allá y buscar en esa elección de temas y estilos un referente, una explicación al momento vital de la artista. Cerrar capítulos y heridas, abrir puertas, no invadir otros espacios que hagan daño. Creer en el arte como forma de vivir el mundo desde dentro. El flamenco es arte, ya lo decimos, es creación y es amalgama. En este caso, con Brasil nada menos. 


Tiene que ser difícil. Llevar el peso de un apellido de tanto fuste. Heredar el temperamento curioso, la búsqueda. Pero también las críticas. Pero también los cuestionamientos. Tiene que ser difícil y seguramente el secreto está en la convicción. En estar segura de que este es el camino. Aún más. De que no hay otro. De que transitar por esta vereda plagada de encuentros en cada esquina es una forma de honrar las memorias, una forma de abrir baúles cerrados, plagados de sorpresas, de secretos. 

Mi cante, un poema, mujeres, un autorretrato, en la calle del aire, aquí, ahora, amar en paz. Morente. Una estrella. 

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