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"La dependienta" de Sayaka Murata


(Pintura de Kano Eino)

Una vez, hace algún tiempo, escribí la historia de una chica japonesa que tenía una tienda de flores. La chica, que se llamaba Keiko, tuvo que cerrar la tienda porque algunos competidores malvados no la dejaban vivir. Así que se marchó de su casa y se acomodó entre telas allá en el barrio de los pobres. Una muestra de dignidad oriental que nos puede resultar, incluso, dudosa. La historia se llamaba, se llama, El tiempo de los cerezos en flor. Desconozco el motivo por el que me atrae tanto la literatura japonesa, esa mezcla de exhibicionismo y misterio; de ocultación y evidencia. Las novelas negras de los autores japoneses siempre parecen temer que se saque a la luz demasiado y que se esconda lo relevante. Los nuevos autores tienen la intención aparente de conservar ese halo de originalidad dentro de unas temáticas nuevas que se ponen en colisión con la forma de vida occidental y la conmueven. 

La dependienta de Sayaka Murata se llama también Keiko, como mi heroína, (una coincidencia),  tiene treinta y seis años y dos características que la acercan mucho a cualquier mujer occidental. No tiene novio ni marido (lo que ocasiona comentarios y presiones a su alrededor) y no encuentra su sitio en la vida. Así que, aunque nos resulte extraño, el trabajo en un supermercado puede aportarle algo de organización y de sentido. Los supermercados japoneses están abiertos las 24 horas y su estructura es la misma que la de una gran empresa. Cada empleado sabe exactamente qué tiene que hacer en cada momento y de qué modo ha de hacerlo. Lo cual resulta una ayuda para alguien como Keiko, en estado permanente de despiste interior. La vida en el supermercado genera interacciones, encuentros, comentarios, conversaciones y hechos que, a pesar del hermetismo propio de los japoneses, logran crear un cuadro costumbrista que te hace reír, pensar y llorar. Un cóctel que nunca falla en un relato. 

La sociedad mira a las mujeres solteras como si estuvieran siempre esperando algo, como si fueran incompletas. Y ello desde los tiempos de Jane Austen, que ya tuvo que imaginar negativas al matrimonio similares a las que ella misma había formulado en su momento.

La creencia de que falta algo si falta la pareja se ha contagiado de tal modo a las propias muchachas que es algo que está casi en el ADN de muchas de ellas. Y, sobre todo, cuando hablamos de sociedades tradicionales en las que las expectativas de las familias han de verse compensadas y tienen mucha importancia. De ahí el interés del libro, que inserta una vida compleja y nada convencional en un ambiente poco propicio para ello. Las situaciones cómicas, tiernas, curiosas e interesantes no van a faltar.

Con este libro que publica en España Duomo Ediciones, la autora, Sayaka Murata, ganó el premio Akutagawa, lo que supuso que esta novela, la décima de la suyas, haya tenido una repercusión internacional y haya cruzado los límites de su país.  La obra ha obtenido, además, excelentes críticas que ponderan su frescura, espontaneidad y también su mirada irónica y escéptica. Keiko parece no tener sitio en el mundo y eso nos la acerca. 

Posee cierta clase de torpeza que también entendemos y, sobre todo, concita en torno a sí tantas miradas a ver si se convierte en otra cosa diferente que nos hace pensar en todo aquello que los demás nos han pedido y nosotros no hemos sido capaces de ofrecer. La distancia que media entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que los otros quieren que seamos. Ni más ni menos que la elección básica ante la que cada mañana nos hallamos. 

Sayaka Murata (1979) ha ganado otros premios: El Gunzo para Nuevos Escritores, el Mishima Yukio, el Noma Literary New Face.

Ha escrito también ensayos y cuentos. Curiosamente, en su biografía hayamos algunos apuntes fundamentales para entender su compromiso literario y su forma de ser. 

Trabajó durante dieciocho años en un supermercado y aún ahora, ya consagrada, sigue trabajando en el comedor de su editorial, según ella porque necesita una estructura de vida que le permita escribir con disciplina y sin dejar de estar apegada a la realidad.

No se ha casado ni tiene hijos, exactamente igual que su "dependienta", quizá un trasunto de ella misma en muchos aspectos. 

Los libros de Sayaka Murata como este que comento, tienen una fuerte carga de reivindicación de una vida propia y no dirigida por los roles sociales y las normas del exterior, primando la reflexión íntima, los deseos personales y la individualidad.  


(La imagen de Sayaka Murata está tomada de la página web de Duomo Ediciones) 

La dependienta. Sayaka Murata. Novela. Duomo Ediciones. Colección Nefelibata. Traductor Albert Nolla. 

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