Luces en la ciudad o en cualquier parte



El vagabundo, la florista, las violetas, la música. Resulta milagroso cómo consigues entender lo que pasa sin más claves que pensar un buen rato, que dar un paseo a la luz de los soles de invierno o de mirar alrededor y ver el vacío. No te dejas engañar por una ternura aparente que no es perdurable. Colocas sobre la mesa el vaso lleno de momentos amargos y todo se carga de explicaciones íntimas. Puedes moverte alrededor del tiempo pero sabes que acabará y entonces toda esta parafernalia de ruidos tendrá que cesar y tu visión será perfecta. Quizá haya quien crea que puede perpetuar la misma norma, las mismas sensaciones equívocas, pero ellos se equivocan. Por muchas vueltas que le dé al tono de la voz, por muchas gracias que suelte en el aire, por mucho que intente mantener un lazo de seda atado en forma de cuerda gruesa de barcos en el mar, no será posible, no estará en su mano, no sabrá, porque nunca lo ha sabido, que tú saltaste en marcha al agua y que el dolor amortiguó tu caída. Extrañamente. Sin excusas. 


(Charlie Chaplin y Virginia Merrill en "Luces en la ciudad" de 1931) 

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