"Tú eres buena, tú eres lista, tú eres importante"
(Aibileen Clark con la niña a la que cuida, Mae Mobley Leefolt en Criadas y señoras, 2011)
Una frase puede valer tanto como un tratado. La mayoría de los que escriben darían oro por una buena frase. Las frases son como las ideas: lo más difícil de hallar, lo más fácil de plagiar y lo más duradero. Una buena frase representa un logro para el que la escribe o pronuncia. Detrás de una buena frase siempre hay una idea valiosa. Y, además, una buena frase te hace pensar en cuestiones que merecen la pena.
La película Criadas y señoras (The Help, 2011, de Tate Taylor) incluye esta frase en boca de la criada negra de la niñita blanca: "Tú eres buena, tú eres lista, tú eres importante". La criada negra no ha estudiado psicología pero ha criado ella sola a diecisiete niños. Todos ajenos. Todos blancos. Resulta incongruente cómo en esta película ( y supongo que también en la realidad que retrata) las mujeres blancas dejan a sus preciosos hijos blancos en manos de criadas negras pero no consienten que estas usen su cuarto de baño, también inmaculado supongo. Debe ser más valioso un baño que un niño o resulta más difícil de limpiar, quién lo sabe.
El motivo por el que esta criada negra, representada por Viola Davis, le repite a la niña todos los días la frase es muy sencillo: la madre de la niña no la quiere. O no la quiere lo suficiente. O no sabe quererla. O la quiere pero no se lo dice. Todo resulta lo mismo. Porque la corriente de cariño, esa que surge de forma espontánea entre unas personas y otras, no llega a la pequeña Mae, así que la criada tiene que recordar a la niña que eso no significa que ella sea mala, fea, desagradable o que no merezca ser amada, sino que no siempre una encuentra lo que merece en la vida. La criada conoce por su propia intuición que un niño sin cariño es un niño asustado. Que eso que ahora se menciona tanto, la autoestima, surge del cariño que los padres ofrecen a su pequeño hijo desde que nace.
No es un caso único en la película. También Skatter, la protagonista (Emma Stone), busca la aprobación de su madre y termina por recordar a la única persona que le dio ese cariño cuando era pequeña: su criada negra. Una relación entre madre e hija con intermediario, con alguien que, desde una posición de servidumbre, hace el papel de madre aunque no lo es. La autoestima, ahora lo sabemos, se fortalece cuando te abrazan, te besan y te dicen lo valiosa que eres. Valiosa por ser tú, aunque tengas defectos porque el cariño es incondicional. Si esto no se produce así las secuelas son demoledoras. Algunas, insalvables. Víctimas, inseguras, dependientes emocionales, sufridoras, sin criterio. Esas son algunas de las secuelas. A veces, frías, incapaces de sentir empatía, angustiadas, rebeldes, contrarias a la vida. Niñas que buscan la aceptación de los demás a costa de lo que sea. De fingir, de ceder, de no saber qué quieren y qué son, de aguantar desprecios y desaires. De postergar sus deseos, de ignorar sus ambiciones. Y, enfrente, el mundo en el que hay manipuladores que utilizan sus artes para conseguir someterlas. Otros faltos de cariño que se vengan en los demás.
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