Nieva sobre la Toscana
Esta tarde, las tres, que somos tan distintas, hemos escrito versos sobre el mantel de flores. Las tazas blancas del café, las cucharillas, el sonido rítmico del agua a un costado, todo eso ha sido el telón de fondo de nuestro imaginario viaje. Hemos llegado a la Toscana al ritmo de esos versos. Los versos de catorce sílabas y, aunados, tres corazones diferentes con la intención de verter algo de desconsuelo y recoger sonrisas.
Hemos imaginado que la calle, cubierta de flores y de plantas aromáticas, se abría a nuestros pies en forma de sorpresa. Y que una puerta verde surgía en el fondo y que, dentro de ella, el aroma suave de un pastel recién hecho, abrazaba los cuerpos abiertos a la vida. Así las confidencias han trepado sin duda sobre ventanas que nunca cerrarán sus postigos y podremos escribir lo que somos sin miedo que una daga cruce nuestro anhelante corazón.
Esta tarde, las tres, con el miedo a lo duro de la vida, hemos volcado sobre la mesa de madera, el sueño que cumplía justo a las seis. La inquietud que esta mañana surgió a través del teléfono, el deseo del hombre que no se entera a veces, la lucha con la gente que te regala entera su basura. Somos las tres y nos une la fuerza de estar seguras de nosotras, porque la bondad atraviesa las horas y la percibimos con tanta nitidez como ese abrazo, fuerte, inabarcable, con que sellamos la merienda.
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