"Parece que fuera es primavera" de Concita de Gregorio
Irina Lucidi existe. Y su historia fue real. Una historia aparentemente normal, como tantas otras. Estudió su carrera de Derecho, comenzó a trabajar, conoció a un hombre, se casó, tuvo dos hijas gemelas y se separó. Lo que no entra dentro de la normalidad es lo siguiente: un fin de semana que las niñas pasaron con su padre, este se suicidó arrojándose a un tren y dejó antes una nota a su exmujer en la que le decía que las niñas no habían sufrido y que nunca las volvería a ver.
Concita de Gregorio asume la voz de la madre y recorre los saltos que su vida da a partir de entonces, su lucha contra la burocracia, sus preguntas, el extraño silencio de los que tenían algo que ver con las niñas y también su renacer al lado de un español, Luis, un hombre de manos demasiado grandes, que le descubre Granada. Mezcla de novela, de relato de sucesos, de autobiografía apócrifa y de reflexión sobre la vida y la naturaleza de las personas, el libro se lee de un tirón y te deja el agridulce sabor de la tristeza y la alegría, como sucede con nuestra propia existencia.
Hay un elemento inquietante en todo esto y que hace pensar. El marido de Irina, Mathias, era un hombre extraño. Desde tiempo atrás empezó a dar muestras de rarezas que llamaron la atención de Irina y para las que ella no encontraba explicación. Algún psicólogo le explicó que padecía un rigidez emocional que le impedía cualquier flexibilidad a la hora de discutir, charlar, entender o sentir. Y, sobre todo, lo que observó Irina y la decidió a dejarlo fue que no tenía compasión.
Si un hombre no es capaz de ser compasivo con el mundo que le rodea, con las personas, con la vida en general, entonces está todo perdido. Se convierte en una máquina sin sentimientos. Esto es lo que Mathias era a los ojos de Irina. Su costumbre de llenar la casa de post-it amarillos en los que le indicaba exactamente qué debía de hacer ella con cada cosa (del tipo "abre la nevera, coge la leche y échala encima de los cereales, no al revés), le dio pistas. Pero nadie parecía entender que esto escondía algo más. Los terapeutas de pareja tampoco ayudaron. Ni siquiera suministraron datos a Irina una vez que llegó el triste desenlace. Eso sí, uno de ellos le cobró la minuta que el exmarido había dejado a deber.
En su búsqueda de una explicación para lo sucedido, Irina, en la voz de Concita de Gregorio, utiliza fórmulas epistolares, reflexiones, recuerdos antiguos, glosarios de palabras, todo en busca de esa mínima posibilidad de que sus hijas estén vivas. Y en ese recorrido se explican muchas cosas. Los lectores podemos entrever alguna trastienda que estaba oculta pero que, todas las piezas juntas, logra acercarnos una terrible verdad. La gran virtud del libro es que nos hace llegar el estado de ánimo de Irina, ese volcán en erupción, ese dolor incontestado, esa vida incompleta, que la arrasa y la devuelve a la vida sin que entienda las razones.
Parece que fuera es primavera. Concita de Gregorio. Anagrama. Panorama de narrativas. Traducción de Francisco J. Ramos Mena.
Edición original Milán 2015. Giangiacomo Feltrinelli Editore.
Fecha de esta edición Junio de 2017.
Reseña de la autora:
Concita de Gregorio (Pisa, 1963) es periodista, escritora, licenciada en Ciencias Políticas y gestora cultural. También es una de las fundadoras de la revista Ctxt. Ha escrito varias novelas, todas ellas recibidas con buenas críticas.
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