"La mancha humana" de Philip Roth
La mayoría de los personajes que traza Philip Roth tienen algo repulsivo, difícil, complejo y que me hace detestarlos. Sin embargo, cuando comienzo a leer un libro suyo no puedo parar, siempre me lanzo y me sumerjo en la lectura y me arrastra de una manera que no tiene explicación. O sí. La escritura sin más. Lo leo y me hago siempre la misma pregunta ¿cómo es posible que escriba tan bien? Y sigo preguntándome cómo logra inventar esas tramas que se dan la vuelta a poco que lo esperes y te dejan anonadada. Roth es un escritor excepcional al que hay que perdonar que cuente cosas desagradables y que te haga pensar cosas tristes, desabridas o llenas de sentimientos negativos.
En "La mancha humana" la historia es tan paradójica, el argumento es tan funestamente irónico, que te hace reír y cabrearte a la vez. Coleman Silk es un profesor universitario, un especialista en lenguas clásicas y un hombre que ha luchado por poner en lo más alto una pequeña universidad y que comete el error de calificar de "humo negro" a dos estudiantes de su clase que no han aparecido todavía por allí. Dos estudiantes negros. Eso desatará una campaña en su contra por aquellos que califican de racista el comentario. Y por todos los que los secundan porque no se atreven a disentir. Y por sus enemigos antiguos. Y por sus nuevos enemigos. En fin, por la sociedad que rodea la pequeña comunidad universitaria. El disgusto será tan enorme para su esposa que va a morir todavía joven y fuerte. Y, a partir de ahí, Coleman Silk, como le explica a Nathan Zuckerman, el novelista que está retirado en la zona, alter ego de Roth y narrador de la historia, su vida cambiará. El propio Coleman será quien le pida a Nathan que escriba lo ocurrido y, para ello, tiene que confesarle acontecimientos de su vida pasada y presente, cosas que, quizá, no debería haber sacado a la luz.
El escritor quiere poner de manifiesto que la ola de corrección política, que afecta al lenguaje hasta en sus más mínimos extremos, puede desencadenar acontecimientos no deseados. El ostracismo, el aislacionismo, la desintegración, la muerte social, la muerte física. Un río de maledicencia y de rumores que puede arrastrar a cualquiera, incluso al ciudadano mejor considerado. Detrás, desde luego, se esboza que no todo era tan idílico y que, quizá alguien aprovecha la situación para sacarle partido. Es decir, que detrás de esas matanzas de la dignidad personal hay un interés particular y no la defensa de ningún ideal.
Pero, una vez sentadas estas premisas, el libro no acaba ahí y la historia inicial se convierte en un pórtico, un lugar que deja entreabierta la visión de algo bastante más enjundioso. Aunque el problema de racismo del que Coleman es acusado se manifiesta de forma permanente en el libro, no es esta la cuestión, al fin y al cabo. Quizá la manera en que los hombres se enfrentan al paso del tiempo o al rechazo de sus semejantes. Quizá el libro hable de la fortaleza moral necesaria para escribir la historia de cada uno sin que resulte un apéndice a la historia de otros. Cuando Coleman Silk decide liarse (no hay otra palabra) con la desgraciada Faunia Farley está dando una patada a la corrección. Y, a partir de ese momento, ya todo puede desarrollarse por terrenos no trillados, no previsibles. Porque entrará en acción un hombre duro que no tiene nada que perder, el exmarido de Faunia, Lester Farley.
Un elemento inesperado hará su aparición en la narración y, además de confundirnos, trastocará la visión que el lector tiene de los personajes y hará que la duda se instale ya hasta el final del libro. Como si se tratara de un laberinto minoico, he aquí que el detalle principal se nos ha hurtado. Así lo hizo también Agatha Christie en El asesinato de Roger Ackroyd, una brillante estratagema.
Robert Benton dirigió una versión cinematográfica del libro, con Anthony Hopkins y Nicole Kidman de protagonistas. El libro se publicó en el año 2000 y la película se estrenó en 2003, lo que da cuenta del interés que suscitó la narración. En el papel de Lester Farley aparece Ed Harris y en el de Nathan Zuckerman, el actor Gary Sinise. La música, uno de los elementos fuertes de la cinta, es de la gran Rachel Portman.
Comentarios