He abrazado el alba del verano


Como si fueran noches sucesivas que no se detienen y que impiden que duermas, pobladas de desafíos y de insomnios duraderos, así los veranos ocurren y en cada uno de ellos encuentro una música que los define, una imagen que los fija en la retina. 

Aquel verano del encuentro tibio, incertidumbres ante un paisaje desconocido y nuevo. Soledad conjurada. Un vacío que era menos con tus ojos, un juego que resultó ser falso. Esas promesas que nunca se cumplieron. Telas azules que nunca se usaron. Gestos imaginados que nunca tuvieron presencia. La vaguedad. Frívolas canciones que adornan esos días y arropan esas noches. Fuiste nada en aquel verano del encuentro. 

El verano pasado con un descubrimiento. Calidez, suavidad, palabras que se cruzan. Encuentros y voces que en el aire se escribe con voluntad efímera de perdurar un día. De guardarse en el oído como sueños inconclusos. Confidencias. Todas las confidencias. Aquí estoy para verte. Estoy, soy, cómo estás. Me inquieta tu silencio. Si no hablas, temo que te hayas enfadado conmigo. Espero tu palabra como el agua de mayo, aun en julio, en agosto. Dulce verano del descubrimiento. 

Este verano del brutal vacío. Palabras que hacen daño. Incomprensibles. Huidas sin avisar. Clandestinas mentiras que atesoras y que salen sin previo aviso al aire. Duele el silencio y duele la palabra. Duelen los ojos. Duele el abandono. Nada quedó del tiempo presentido. Todo se ha despeñado por los huesos. Sin horizonte, luz, agua lunar, sin nada. De nuevo vulnerable ante los miedos, convencida de ser una voz invisible, que no tiene lugar donde esperarse quieta. Verano del adiós, quién lo sabe. Al que no sucederá, seguramente, un dulce otoño como fue el pasado. 

Título: Rimbaud
Imagen: Fragonard

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