Sólo un día para amar
Te sientas entre páginas en blanco y deslizas el lápiz con cuidado, como si describirte fuera un acto ajeno, algo que hace un tercero, alguien que no conoces. Allí, entre tus libros, hallando tu horizonte verdadero, conoces la verdad de lo que sientes. Lo escribes y lo callas. Es algo que no existe si no observas. La risa lo sepulta y lo convierte en un sueño pesado que has de obviar para poder vivir.
La huella de los días se aparece como un reto. Andar sin pausa, dejar que el tiempo escriba sus sonidos sin otro fin que el verso cotidiano, sin otra fuerza que esa forma de amar. Es el amor tan sólo y sólo buscarías, sin otro compromiso ni luz ni circunstancia, un único momento para convertirlo en una realidad tan pasajera que nada descubriera qué ha pasado.
Ay, el amor. Cómo decirle que no espero palabras, que pueden convertirse en una losa fría que nada tenga. Cómo decirle que, en realidad, sólo quieres el calor de su cuerpo, el alma de su cuerpo, su latido. El final de la historia vendrá cuando no haya otro remedio. Pero antes, qué más da lo que dure. Ese peso de su mano en tu pelo no puede convertirse en agua entre los dedos. Es la vida. Lo sabes. Aunque dure un instante.
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