Ese cielo tan gris y esas palabras...

Ha ocurrido de pronto. Como si alguien hubiera decidido cambiar el decorado en una obra de teatro de esas que tienen pesados cortinajes y fondos de paisaje. El cielo azul y el sol han abandonado la tarde y, en su lugar, una suave neblina gris y rosada ha ocupado su sitio.

Como en una obra de teatro, el aire se ha tornado del Sur, ha barrido con su fuerza las hojas caídas de los árboles de la plaza y todo se ha cubierto de sigilosa espera. Está a punto de llover. Alguien dice, al fin ha llegado el frío, ya estábamos cansados de tanto calor. También el buen tiempo cansa. Pero los niños se han quedado tristes en las casas, esta tarde no han salido a jugar.

Aquellos niños...recuerdo la casa llena de niños y de juegos. Jugar a hacer teatro era bonito. Tendíamos una tela llena de rosas y era el fondo. Salíamos de una y otra habitación, recitábamos poemas, decíamos versos, contábamos historias, inventábamos personajes, aprendíamos enteros los pasajes de las obras de teatro que nos gustaban...Teatro, siempre el teatro. Todos los niños de la casa, de distintas edades, con distinto rostro, con memorias y voces distintas, con cabellos castaños, rubios y más oscuros. Con aficiones diferentes. Todos teníamos la misma disposición a mover las manos mientras nuestras voces se elevaban pronunciando con atención esa poesía, ese texto que tanto nos gustaba. Jugar con el lenguaje, jugar con las palabras, eso era lo nuestro. Las palabras eran nuestro reino, el reino de nuestra casa y de nuestra infancia. Un reino compartido entre todos, tan cambiantes en nuestro humor, de genio tan dispar, todos viviendo en la imaginación de aquellos nombres que eran tan cercanos como los del vecino.

A veces soñaba con alguna de esas obras que leíamos. Con Romeo, asomado al otro lado de la huerta, atisbando la llegada de alguna Julieta de largos cabellos castaños. O con el pequeño príncipe, aterrizando muerto de frío en un planeta deshabitado. También con Tom y su tía Polly, como de la familia, inventando mil engaños para no ir a la escuela dominical, algo que ni siquiera sabíamos lo que era...Tantos libros en aquellas estanterías, tantos personajes que se despertaban de noche, cuando todos dormíamos, y campaban a sus anchas y podíamos descubrirlos riendo si aguzabas un poco el oído...

Esta tarde los niños no han salido a jugar. En la calle no hace frío pero un viento desapacible balancea las hojas de los árboles y te impide disfrutar. Se hace de noche tan pronto...Las tardes son ahora tan largas...Estos niños que se han quedado en casa quizá no tengan un patio lleno de flores y una blanca pared encalada y un telón hecho de rosas y unos poemas que leer o recitar y un teatro que representar. Seguramente esta tarde se han enganchado al Internet y a la play o a la consola y no oyen nuestras risas, las risas de los niños en la casa, jugando a ser poetas.


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