Neuman, en tránsito
En la pérgola de la Feria del Libro de Sevilla están conversando Andrés Neuman, escritor y Manuel Pedraz, periodista. Se trata de comentar el nuevo libro de Neuman, "Cómo viajar sin ver" (editado por Alfaguara), que es algo así como "Si hoy es martes, esto es Bélgica", pero en palabras y no en imágenes. Neuman cuenta el motivo por el cual, cuando estaba haciendo la gira promocional por Hispanoamérica de su libro "El viajero del siglo" (que ganó el Premio Alfaguara de Novela y el Premio de la Crítica), las vivencias que surgen en torno a ese viaje han dado lugar a otro libro. Por eso la charla está salpicada de referencias a los aviones, al turismo, a ese incesante ir y venir que se produce en los aeropuertos. "Los aeropuertos son un reflejo de la política, allí nos tratan de forma diferente, según sea nuestra nacionalidad". "El bosque de maletas perdidas" es la expresión que usa el escritor para aludir a ese momento en que las cintas transportadoras devuelven a sus dueños sus pertenencias, después del paréntesis del viaje.
Para este escritor, nacido en Buenos Aires pero que vive en Granada (quizá por eso su voz suena a Luis García Montero cuando lee sus versos y explica que comenzó en la poesía "que es la puerta de entrada y la de salida a la escritura") los aeropuertos son el momento en que el hombre moderno puede detenerse de todo el bullir de su existencia. El tiempo de espera que impone el tráfico aéreo es la forma en que la sociedad de las máquinas y el progreso hace que el hombre se pare a pensar.
"Ya somos todos japoneses" dice con sentido del humor que hace sonreir a los asistentes al acto (muchos, a pesar de que hace frío y parece que va a llover, como él mismo hace notar). Viajamos aceleradamente y tomamos fotos de nuestros viajes porque, de otra manera, no tendríamos ocasión de ver las cosas. Porque viajamos sin ver y estamos permanentemente en tránsito.
En estos momentos se produce la irrupción en el acto de un "espontáneo" (el autor expresa su asombro por ello: "pensaba que esto era solamente en los toros"): un niño intenta subirse al escenario y su padre lo detiene tirándole del chándal, es una escena imposible en el momento más íntimo del acto, cuando la voz del escritor se oye por un altavoz recitando el poema "póstumo" que escribió en uno de los aviones, al notar sospechosas turbulencias que le hicieron imaginar lo peor.
Con sólo una libreta como equipaje de mano (esto me suena mucho) el escritor Andrés Neuman, a quien la crítica considera, casi de forma unánime, uno de los tres o cuatro escritores del momento que tienen verdadero interés, ha recorrido aeropuertos de diversos países hispanoamericanos y ha comparado lenguajes, formularios de aduanas, costumbres de viajes, salas de espera y hasta el lenguaje de las azafatas. En su libro viene a decirnos que un viaje tiene mucho que ver con abrirse al mundo, con mostrarse dispuesto a olvidarse de uno mismo y acercarse a los otros.
Su reflexión me ha hecho pensar: leer un libro es hacer un viaje, salir de nosotros y adentrarse en lo que otros han vivido, pensado o imaginado. Y lo pienso mientras llevo en la mano una bolsa amarilla que contiene el libro sobre la vida de Carmen Laforet. En cuanto he llegado a casa, he leído la mitad del libro y he escrito estas palabras.
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