Ir al contenido principal

"La vida breve de Katherine Mansfield" de Pietro Citati

Pietro Citati (Florencia, 1930) es un biografista de gran prestigio. La principal característica de sus biografías es que sitúa al personaje en el centro de una narración cuasi novelesca. Lejos de tener un sentido académico sus obras pretenden que nos identifiquemos con los biografiados y tengamos idea de su intrahistoria. Esto es posible con la galería de destinatarios de sus obras, como Goethe, Leopardi, Kafka o Tolstoi entre los escritores, a los que se une esta biografía de Katherine Mansfield, una autora muy desconocida y con una obra basada en su dominio del relato. 

Katherine Mansfield (Wellington, Nueva Zelanda, 1888- Fontainebleau, Francia, 1923), que toma el apellido de su abuela materna, es una de esas personalidades complejas, cuyo temperamento artístico le supone más sufrimiento que alegría. Su ambigüedad sexual nunca fue aceptada por su familia. La relación con su madre fue difícil porque esta siempre hubiera preferido tener un hijo varón. Los apegos familiares fueron dudosos y cambiantes. Tampoco recibió apoyo para dedicarse a lo que más le gustaba, la música, en concreto tocar el violonchelo. Aunque su familia tenía recursos económicos no parece que ella se sintiera integrada en ella en el aspecto afectivo. Ese desapego tuvo que marcar toda su vida y se acentuó con la muerte en el frente de su único hermano varón, Leslie. Ida Baker, por un lado, y el editor de la revista "Rythym" John Middleton Murry, fueron las dos personas que ocuparon su vida sentimental, a veces al mismo tiempo. Vivió en muchos lugares y la enfermedad la persiguió toda la vida, ocasionándole una muerte prematura. Esa conciencia de la enfermedad aparece en sus libros y en sus diarios y cartas con toda claridad. Cada día era una "maravilla" para ella, más que un rutina. Una parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por Murry. 


La extraña y negativa relación con su madre es uno de los ejes de su personalidad. Así lo describe Citati en su libro. "Mientras escribía Preludio, Katherine Mansfield invadió su propia identidad con esa imagen de su madre que había alimentado dentro de sí misma durante los años de la separación...descubrió que existía en ella el mismo ojo lejano, imperturbable, ausente: la distancia, el impulso de fuga, el sentimiento profundo de no pertenecer a nadie que había descubierto en su madre, un lado oscuro que no amaba la luz..."

El segundo elemento clave, es la enfermedad, esa sensación de precariedad, de sufrimiento y de estar viviendo el último día de su vida a cada instante. Y el tercero es la dificultad de vivir su sexualidad de una manera sana, consciente y aceptada. De ahí sus idas y venidas en la geografía y en los afectos. Un perfecto desarraigo. 

Los últimos años de su vida fueron aún más duros porque dependía de otros. "Por la mañana, si los dolores le impedían bajar la escalera, Ida Baker le llevaba un barco de agua caliente, la bañaba, la enjabonaba y la secaba como su abuela había hecho veinte años antes. Escribía por la mañana y por la tarde; después de comer daba un pequeño paseo, arrastrándose como un caracol, o el cochero la conducía entre los bajos senderos de la montaña. Después de cenar jugaba al Cribbage con Middleton Murry; leía "Emma" y "Mansfield Park" de Jane Austen, mientras su marido zurcía los calcetines utilizando para ello un limón"

Aunque no se sintió amada completamente por Murry, ese amor era uno de sus alimentos, incluso cuando estaban en la lejanía, algo que era muy frecuente, pues ambos eran conscientes de que eso era mejor que no comprenderse. "Te amo con toda nuestra vida futura, nuestra vida juntos, que sólo ahora me parece que ha arraigado, y que está viva y crece bajo el sol" Y hay algo crucial en lo que dice, algo que resume su sentimiento: "No, no es que yo te ame, sino que el amor me posee por entero: amor por ti y por toda nuestra riqueza y nuestra felicidad" Esto nos indica su conciencia clara de que su relación amorosa con Murry era incompleta y quizá todas sus relaciones amorosas y familiares lo eran, ninguna era capaz de satisfacer su vitalidad, su forma de entender la vida y sus necesidades afectivas, incompletas, inacabadas. 

La mayor parte de sus relatos los escribió en un período muy corto, solo dos años, un tiempo en el que tuvo un énfasis creativo muy poderoso, aunque siempre mantuvo una relación firme y segura con la escritura, quizá su mayor anclaje, lo que se manifiesta en sus diarios y en sus cartas. Su relación con otros escritores contemporáneos fue discontinua pero sin competencias, más bien en una especie de río de solidaridad y de entendimiento. El final de su vida, en una institución de dudosa claridad bajo la organización de uno de esos individuos iluminados que se aprovechan de la desesperación de los enfermos, fue absurdo y terrible.

Este es un libro corto, breve como esa vida, pero que recoge lo justo, lo que necesitamos para entenderla. Más que datos, que también, lo que trasmina es la forma en la que ella lo sentía y lo vivía, aunque fuera de esa manera tan dura a veces y tan difícil y tan escasa de esperanza. Puedes llegar a conocer a Mansfield y adivinar por qué la escritura era un hábito diario que no podía dejar, ni quería hacerlo, por qué necesitaba transmitir de alguna forma su emoción, algo tan efímero que solo se puede perpetuar si se deja por escrito. Esa certeza del final cercano y esa inevitable deseo de comunicación y de ser amada y comprendida es el marco de fondo de todo lo que escribe, de todo lo que es. 

La vida breve de Katherine Mansfield. Pietro Citati. Ediciones Gatopardo. Traducción de Mónica Monteys. Primera edición 2016. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

Días de olor a nardos

  La memoria se compone de tantas cosas sensibles, de tantos estímulos sensoriales, que la mía de la Semana Santa siempre huele a nardos y a la colonia de mi padre; siempre sabe a los pestiños de mi invisible abuelo Luis y siempre tiene el compás de los pasos de mi madre afanándose en la cocina con sus zapatos bajos, nunca con tacones. En el armario de la infancia están apilados los recuerdos de esos tiempos en los que el Domingo de Ramos abría la puerta de las vacaciones. Cada uno de los hermanos guardamos un recuerdo diferente de aquellos días, de esos tiempos ya pasados. Cada uno de nosotros vivía diferente ese espacio vital y ese recorrido único desde la casa a la calle Real o a la explanada de la Pastora o a la plaza de la Iglesia, o a la puerta de San Francisco o al Cristo para ver la Cruz que subía y que bajaba. Las calles de la Isla aparecen preciosas en mi recuerdo, aparecen majestuosas, enormes, sabias, llenas de cierros blancos y de balcones con telas moradas y de azoteas co