El abuelo Antonio
Se dice que no hay nadie imprescindible, pero yo no lo creo. Hay personas que tienen un aura especial y que hacen imposible cubrir su ausencia con nada que no sea un velo de dolor. Por eso desde que él se fue, se murió dicho claramente, ya no somos los mismos, nuestra vida es otra y no tenemos la vivacidad de antes, la alegría íntima de antes, de cuando éramos una familia que se abrazaba con todo el amor. Aún lloramos a escondidas.
Cuando la niña Eugenia nació pensé en su abuelo, que no la conocería y pensé en que ella no tendría ocasión de conocerlo a él. No quiero apelar a la rabia, porque eso es lo que se siente cuando te paras a reflexionar sobre estas cosas. Las razones no existen, no hay explicación, no hay nada sino que una niña no va a conocer a su abuelo y un hombre bueno no va a conocer a su nieta. La vida de los dos habría cambiado de ser eso posible y también la nuestra.
¿Qué cosas aprendería Eugenia de su abuelo Antonio? Antonio era, a la vez, un hombre de pensamiento y un hombre de acción. Había estudiado Filosofía y Letras en la rama de Psicología, en la prestigiosa Granada y se adaptó a los tiempos embarcándose en una tarea ardua con el cambio educativo. Por eso fue asesor de formación, director de un centro de profesores, jefe de servicio de ordenación educativa, director de dos institutos, uno detrás de otro. Era un absoluto convencido del papel de la educación para lograr el ascenso social, no solo por sus ideas de izquierda, de las que nunca se apartó, sino porque había vivido en sí mismo lo que significaba nacer en el campo, recoger aceitunas, trabajar a destajo para pagarse los estudios y vivir sin casi nada.
Eugenia aprendería el cuidado de los jardines y los árboles, el sentido de las estaciones, la lluvia y la cosecha. Aprendería la atención a las personas, el cuidado de los otros, el respeto a los mayores y el cariño a los niños. Aprendería el valor del trabajo y el valor de divertirse, reír y vivir la vida a tope. Aprendería a viajar con poco equipaje, a conducir, a distinguir el olor de las plantas, a cocinar, a construir un herbario, a cuidar los peces, a nadar, a colocar bombillas y a restaurar cacharros estropeados. Aprendería informática, a buscar datos en internet, a leer el periódico y a ser una buena anfitriona. Aprendería, sobre todo, a ser una buena persona. Como era él. Por eso es insustituible.
(Foto: Antonio y Antoñito en la casa de Pagés del Corro con dos de mis muñecas, yo soy la fotógrafa)





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