Ir al contenido principal

Desmontando lo de Austen

 


Después de publicar mi libro "Las mujeres en Austen" (Rialp, 2023, prólogo de David Cerdá) me di cuenta de algunas cosas que ignoraba. Para empezar hay mucha gente que no conoce a Jane Austen y mucha otra gente que no la ha leído. Yo daba por hecho que el fandom austenita es mucho más poderoso de lo que sucede en la realidad porque lo que ocurre es que hay muchos que han visto películas o series basadas en sus novelas, lo que no tiene que ver con leerlas. Esta fue la primera en la frente, pero no la última. Algunos motivos de esa no-lectura me fueron explicados en curiosos raptos de sinceridad que son raros de hallar en los lectores que se consideran avanzados o, como diría Robert Louis Stevenson, lectores natos, que son lo contrario de los lectores mecánicos, esos que acuden raudos a la llamada de los best-sellers y a la propaganda de las grandes editoriales. Propaganda, todo  hay que decirlo, que en ocasiones no hace la editorial, o no directamente, sino que corre a cargo de los "críticos", prestos en glosar un libro en cuanto sale, sin que le dé tiempo siquiera a los lectores a nada más que a ver las portadas. El procedimiento es muy sencillo: lanzamiento editorial (a veces con premio de por medio), librerías saturadas de ejemplares que se colocan en los lugares más visibles, entrevistas al autor en los medios, críticas inmediatas para influir en los lectores. Todos aquellos que se sienten interesados por estar al día o se dejan llevar por quienes consideran que saben más que ellos, se lanzan a la compra y, a su vez, extienden el boca a boca antes incluso de leer el libro. Ahí está la vorágine. 

Con Jane Austen no sucede nada de esto y por eso tengo la seguridad de que la ha leído mucha menos gente de lo que parece y que les suena por motivos extraliterarios y por la fuerza de las adaptaciones. Me he quedado con la boca abierta cuando personas a las que considero dueñas de una cierta formación lectora me han confesado que no la han leído. Y hay quien la llama Austin o Jeane. O las dos cosas. Así que no es redundante hablar sobre ella o escribir sobre ella. Porque el hecho de que tenga su tropa de fieles no significa nada más que sigue siendo un producto de boutique. Y quizá un producto menor, como se suele considerar a las mujeres, a las que hacen novela y a las que hacen novelas aparentemente sencillas. 

No sé si los críticos de Jane Austen han leído sus libros. Virginia Woolf lo duda y así lo expresa con claridad. Pero está claro que se han dicho cosas de ellas bastante poco literarias, como que no se ocupa de los asuntos verdaderamente importantes que sucedían en su época, o que es lectura para mujeres, o que solo habla de bodas, o que ella era una persona poco instruida...El caso es que a la pobre Jane la han intentado desmontar de muchas formas y todas ellas poco valientes, porque no se hace entrando a fondo en su literatura sino dando vueltas y vueltas alrededor de su persona. Este análisis tan superficial que es propio de personas superficiales, sean críticos o no (como esos doctores oficialmente idiotas que obligaban a fumar al duque de York, según el logopeda Logue decía) nos lleva a la conclusión de que la lectura de Austen es algo menor y no se puede ni comparar con la de Proust, por ejemplo, por citar a la cumbre de la distinción lectora. Jajajajaja. Vendrían bien aquí algunos emoticonos con la carita sonriente. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros