Las editoriales (siempre) tienen razón
Recibo un email de una editorial a la que mandé un texto hace meses. Entonces me dijeron que no lo enviara a nadie más, que ellos lo verían con detalle. Hace siete meses de eso. Ahora aparecen y dicen que no se ajusta a sus criterios aunque están seguros que se publicará en otro lado, porque eso les ocurre mucho. Desilusión.
Hay quien directamente no contesta. Eso me parece feo sobre todo si tienes abierta la recepción de manuscritos (en caso contrario, nunca mandaría un original). Hay quien tarda mucho en contestar y te dice que no. Hay quien te dice de inmediato que está interesado pero luego desaparece. En este tema tendría mucho que contar de cierta famosa editorial que ha fantasmeado durante más de un año con aviso de contrato y todo para luego desaparecer en la nada. También están las creativas. Esas editoriales que te plantean un plan de edición que, para entenderlo, tienes que consultar a tu abogado. No sabes si terminas siendo el editor, si eres el vendedor, el comercial o el lector. Hay veces que te piden que compres un montón de libros, que garantices esa compra, que te comprometas a no sé cuántas ventas. Hay editoriales que te mandan un cuestionario para rellenarlo con preguntas acerca de tu presencia en redes y tus posibles amigos lectores. Hay de todo y la mayoría descorazonador. Una de mis hermanas, que también escribe (casi todos escribimos y todos leemos en mi casa) me cuenta a veces unas cosas rarísimas que le proponen algunas editoriales cuando ella les manda mecanoscritos. En fin. Siempre digo que, si algún día tengo dinero, fundaré una editorial y publicaré lo bueno de los que nadie quiere.
Pero no criticaré a las editoriales. Ni siquiera cuando veo que publican cosas que a mí me parecen infumables y mal escritas. Ni siquiera cuando me cuenta algún amigo corrector que tienen que reescribir determinados libros de lo mal que les llegan. No criticaré a las editoriales. No haré como la madre de Kennedy O'Toole que iba con el manuscrito de su hijo asegurando su bondad y arrastrándose de puerta en puerta. No pensaré que las políticas editoriales están equivocadas ni tampoco que publica quien tiene amigos en alguna parte. Sobre esto también podría escribir pero no lo haré porque parecería una novia despechada y no lo soy.
No. Después de mi enésimo rechazo simplemente reconoceré que las editoriales tienen razón. No hay por que pensar que, si a ti escribir te parece lo más de tu vida, a los demás les interese leerte. Las editoriales me rechazan porque el lector potencial también me rechazaría. Las editoriales tienen razón. Saben mucho más que yo y son objetivas. Escribo mucho, sí, pero nada de lo que escribo merece la pena que traspase el umbral del ordenador. Cuando antes lo sepa, mucho mejor. Lo que no quiere decir que deje de escribir. No podría. Mi blog será mi territorio. Como desde hace años.
(Foto de la autora, es decir, yo, de mi mano y mi iPad)
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