Abstracto Priego

 


Quiero escribir, con esa misma quietud del campo en El Cañuelo, sobre aquellos días prieguenses que llevaban cante, música, pintura y calma. La tranquilidad de ser feliz sin meta y sin tasa. Qué lejano resulta todo aquello. Llegamos hasta Priego convencidos de que ese fin de semana sería muy especial y no erramos. Las risas de la primera noche, en aquel alojamiento que daba susto solo de pensarlo, se cambiaron después cuando cenamos en un sitio que parecía el patio de una casa encalada. Estábamos unos cuántos, gente que nos queríamos, eso bastaba. Había cante cerca de la fuente. Aproveché para hacer una entrevista a Carmen Linares, nuestro primer encuentro, luego vendrían muchos y muchas charlas amenas y profundas. La fuente manaba agua y a su alrededor se batía la música como si tuviera que ir a singular batalla. Qué felices entonces, qué lejos los problemas, qué llanas las miradas, qué bellos los sonidos...Después del cante se derramó todo en algo parecido al amor, al amor efímero, al amor de una noche, al amor que no termina nunca porque, en realidad, ni siquiera lo pretende. Las sábanas, la ventana, el balcón, el campo, Priego, la sombra. No acabó todo ahí ni mucho menos. Los cuadros de Antonio Povedano nos esperaban en su estudio, en su lugar más íntimo y privado, pero éramos tan amigos, íbamos tan cómplices al encuentro. Conocimos muy bien esa forma de ser que lo había llevado desde la humildad al éxito, desde la lucha al reconocimiento. Sus vidrieras, sus tipos flamencos, sus portadas en Candil una y otra vez. Y su conversación. Una buena merienda y unas buenas palabras. Y luego el recorrido por las calles de Priego, las casas que se abrían a nuestro paso, como aquella que nos dejaron ver, que estaba llena de macetas, de suelos de mármol, de galerías de madera, de ventanas de hierro forjado, de salones, de lámparas, de gente amable que quiso compartir lo que vivía. Aquellos días, fueron tan felices, fuimos tan felices, soñábamos tanto, disfrutábamos. ¡Si hubiera una fórmula, un resorte, algo, para volver a sentir las mismas cosas!

(Vidriera de Antonio Povedano) (Priego es Priego de Córdoba)

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