El tiempo en que el verano tenía sabor a fresa
El actor Josh O'Connor y la directora Alice Rohrwacher en el rodaje de La chimera (© Simona Pampallona)
Sí, tenía un aire a Josh O'Connor, tranquilo, seguro de sí mismo, tierno y siempre dispuesto a la conversación. Era el más inteligente de los muchachos del grupo. Tenía una especie de autoridad moral sobre los otros. Y las chicas lo miraban con interés. A muchas de ellas les hubiera gustado para casarse. Pero él, esta es la realidad aunque yo no lo vi, estaba enamorado de mí. Tenía casi diez años más, que son muchos, por eso estaba en la universidad y yo en el instituto, pero la única que lo entendía, que le seguía sus disquisiciones y sus dudas, era yo. Y eso era lo mejor que teníamos. No hicimos el amor nunca, creo que ni siquiera nos besamos, porque daba la impresión de que había que esperar el momento, pero, en realidad, eso era amor con todas las letras.
Su compañía tenía el aire del verano. El resto del año estaba estudiando en Madrid y solo venía de vacaciones. Las navidades eran más familiares y nos veíamos menos pero el verano era un triunfo absoluto de la amistad. La pandilla se reunía en el club, donde había baile, juegos de mesa, ping-pong y mucha música y charla. Y luego estaba la playa, el cine de verano y las excursiones. Éramos felices. Tuvimos unos años felices, unos veranos únicos, una dicha compartida irrepetible. Dejó su huella en mí como yo en él. Al final, lo estropeé todo como tantas veces, por no saber ver lo que tenía delante, por inexperiencia, por falta de consejos. Y él no entendió que no estoy para esperas. Pero creo que en los dos pervivió la misma llama, controlada sí, pero exacta.
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