Oh, las amigas

 


Iba a escribir de libros pero voy a escribir de amigas. La tarde se ha oscurecido con previo aviso y la tormenta está por llegar. El suelo terrizo parece que tiene polvo y la plaza se ha quedado desierta. Se han ido las familias, los niños y los jóvenes. Se han callado los árboles. Y el silencio parece anteceder el trueno y el relámpago. Quizá llueva o quizá sea una de las tormentas secas que la primavera trae y que no me gustan. Nada de agua, solo dolor de cabeza. 

Las amigas! Pocos placeres igualan al charloteo entre amigas, a la confidencia, a la historia que cuentas con detalles, que escuchas con atención. Las penas del amor son menos si la amiga te está comprendiendo y si te dice que no merece la pena, que ya llegará otro o que es mejor estar sola que mal acompañada. Las amigas! Distintas y a veces separadas, a veces lejanas y también a veces engañosas. Algunas amigas te traicionarán siempre, es una sentencia que se cumple aunque quieras evitarlo. Bruto mató a César. Algunas amigas te clavarán un puñal cuando menos lo esperes. 



Pero ahora, mientras la tormenta llega, todas las amigas están en una especie de calma, de quietud. Son seres inanimados como los de la fotografía, no pueden hacerte daño, ni hacerte feliz. Cada una de ellas ocupa un lugar en tu biografía y cada una de ellas tiene un peso, una importancia, un aquel. Son personajes al tiempo que personas. Podrías escribir un libro y ella aparecerían resplandecientes. Y la oscuridad llegaría a otras, sin duda. Porque no hay amistad sin que la sombra del dolor aparezca. 


Iba con las amigas a la playa. Nos lavábamos el pelo con cerveza. Iba a las fiestas del club y a las excursiones. Pasaba ratos con ellas jugando al ping-pong, ensayando teatro, paseando por la calle del paseo, contando nuestras cosas. De niña, de joven, de mayor, todas las amigas tienen una misma imagen a veces, la imagen de una especia de cobijo, de una manta cálida, de un recipiente amoroso que te guarda. El paso del tiempo limpia el eco de las fotografías y algunas desaparecen pero un pequeño incidente las vuelve a la luz. Están ahí, son ellas, casi gritas! Las amigas! 


Todas nos queríamos escapar de nuestras madres, para que no nos encargaran obligaciones y para poder saltar de azotea en azotea, para poder zascandilear con toda libertad o para lavarnos el pelo y secarlos al sol. O para escondernos en cualquier sitio a llorar por amor, por ese chico que sin querer nos ha dejado de ver y de mirar. Nos ignora. Malvado!. Si empezara ahora a vivir ataría una cinta a la muñeca de cada una de las amigas y no las dejaría escapar a ninguna, estarían siempre cerca, siempre perennemente oyendo lo que tenemos que decir, lo que sufrimos sin contarlo. 


Echo de menos tanto a las amigas, como a sus risas, como a sus trastadas, como a su visión de las cosas, como a sus equivocadas reacciones, como a sus miedos y sus tormentos amorosos, como a sus luchas cotidianas, como a sus futuros hijos y maridos, como a su soledad del tiempo que no ha llegado todavía, como a la foto en la que todas nos reímos sin conciencia del miedo y del horror. Las echo de menos tanto como al mar, el mar de los azules tintados de verde que está tan lejos como ellas.

(Fotografía: Nina Leen)

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