(Pintura de Eugene de Blaas)
Si hay alguna dolencia recurrente en la biografía de Jane Austen esa es la que afecta a los ojos. Padecía una conjuntivitis crónica que le duraba semanas y le impedía leer y escribir. Ella misma afirmaba que tenía los "ojos débiles" y que se le ponían mucho peor con el polvo de los salones de baile. En numerosas ocasiones hace alusión a ello sobre todo para quejarse de que le impide realizar la actividad que más le gustaba, la lectura y, además, la escritura. "Mis ojos han estado muy deteriorados desde la última carta, pero ahora mejoran de nuevo" dice en la carta número 18 escrita entre el 21 y el 23 de enero de 1799. No se trata de una dolencia sobrevenida sino que la tuvo desde siempre prácticamente.
Esto le proporcionaba molestias que a ella le afectaban enormemente porque no la dejaba leer ni tampoco escribir. La lectura era su mayor placer y siempre se quejaba de que leía menos de lo que debía, aunque sabemos que era visitante asidua de bibliotecas, tanto en la casa de su hermano Edward como en otras mansiones e incluso en las bibliotecas públicas, de las que en Bath había hasta seis. Pero las crisis oculares suponían un tiempo muerto que le fastidiaban de un modo importante y así lo suele expresar en repetidas ocasiones. Sin embargo, su afabilidad de carácter tenía un componente más, se quejaba muy poco, bastante menos que su madre que era todo problemas y que no tenía otra cosa mejor que hacer que dar trabajo a las hijas con sus males imaginarios. Esto es una constante en toda la vida de Jane, atender a una madre que requiere una atención constante y soportar de la mejor forma posible sus propias aflicciones, ya fueran físicas o sentimentales.
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