Descubierta vanidad

 

En el catálogo de personas están las que siempre salen victoriosas a la hora de "ponerse bien puestas". Utilizo esta frase antigua, la forma en que antes se vinculaba la vanidad a determinada gente. Gente que sabe resguardarse y que, hasta cuando parece que se critica a sí misma, se alaba. Es, si no un arte, una estrategia. Es fácil reconocerlos. Cualquier conversación termina conduciendo a ellos mismos con lo que a la vanidad se une ese egocentrismo sin remedio que lo marca todo. Da igual lo que les cuentes, les preguntes o les digas, siempre terminan por soltar algo referente a ellos, algo que han hecho, dicho, escrito o vivido. Son resistentes a las miradas furtivas, a la buena educación y a la paciencia. Solo son pacientes con ellos mismos y se consideran siempre a salvo. Están a salvo porque lo merecen. Creen merecerlo todo. Piensan que ocupan un lugar propio e inalienable. Usan un vocabulario rebuscado y se sienten divinos pese a todo. 

Lo que antes se deslizaba en una conversación, lo que podían saber los familiares o los vecinos, ahora brilla con todo el esplendor posible a través de las redes sociales. Están en Facebook y se sienten obligados cada día a largarnos una imposible perorata acerca de ellos mismos. Son tan fantásticos! Si viven solos, ponderan la soledad como algo único. Si en familia, te dejan claro que si no la tienes eres un paria. De ese modo escriben una página diaria de vanidosa estupefacción. No se sabe qué es lo que pretenden salvo alabarse, convertirse en el centro de la vida, engañarnos con un supuesto dominio de las emociones. Nunca reconocerán que son poca cosa, como todos. Pretenden que creamos que beben del agua de los dioses. 


(Foto: Uta Barth)

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