Los tres golpes de Tomás de Perrate

 


Mi viejo amigo Enrique Montiel me envía noticia del disco. Enrique podía haber sido actor de cine por atractivo y locutor de radio por la calidad de la voz. Pero escribe y escribe, cosa que no tiene arreglo y que es un veneno agradable que lleva disfrutando hace mucho tiempo. Su biografía de Camarón de la Isla sentó cátedra y sus libros de relatos o poemas completan una arquitectura basada en las palabras, su medio de expresión más feliz. Ahora que se cumplen los treinta años de su muerte me viene a la memoria un encuentro en San Fernando donde Montiel sentó las bases del futuro: Camarón no morirá y su escuela terminará ganando la partida. ¿Quién puede negarlo? 

Dice que "está como loco". No me fío mucho de las interjecciones ni de las comillas, pero, en este caso, se despierta mi curiosidad y, a palo seco, escucho medio tema y le doy la razón a mi paisano. Ese viejo concepto del "escalofrío" flamenco bien puede aplicarse a Tomás Perrate y a este disco. Inexplicable. No vamos a ponernos exquisitos a la hora de analizar las sensaciones. ¿Pa qué? Basta escuchar medio tema y las preguntas quedarán respondidas y las dudas solucionadas. 

La chacona, el fandango callejero, la folía, unas seguiriyas, la toná de Jacinto Almadén, un romance carolingio, la jácara, más tonás, seguidilla y la soleá de la Serneta, con cierre clásico por bulerías y se acabó. Compás pa jartarse. Y jactarse, que dice el corrector. No me extraña que el escritor Montiel haya dado vueltas por su casa diciendo esto qué es, por Dios de mi vida...Siempre saldrá algún tiquismiquis de los que pululan por el flamenco que buscará la mancha en esa inmaculada camisa, pero me temo que quizá esta vez se vaya de vacío. Basta escuchar el disco y dejarse llevar. 

Tomás de Perrate pertenece a una familia flamenca con base en Utrera. Conozco muy bien Utrera porque allí estuve nada menos que ocho años siendo feliz en mi trabajo. Cuando la dejé sentí que Utrera y aquella gente iba a formar parte del mejor libro de mi vida y así es. Todo lo que conocí en esos años fue bello. Utrera misma lo es. Ciudad monumental, elegante, tiene sitios que no pueden dejarse de conocer y tiene un flamenco espeso, contenido y, a veces, estallante, que posee un lugar de honor en la historia de este arte. He sido testigo de esta explosión de talento en la Peña Juan Talega y con muchos artistas de esa Utrera inmortal. En esa historia está la familia de Perrate y está su eco de voz. Para volverse loco. 

Da la impresión de que se ha buscado en el pasado y se ha recreado sobre él de alguna manera. Cosa que en el flamenco es ley. Porque todo músico, todo artista, tiene la obligación de gandulear por el pasado y el futuro incluso. Da la impresión de que la música se convierte aquí en un reto y el reto es de enjundia porque no resulta sencillo "purezear" y meter en tu obra cantes que no son cantes. Esos intentos, siempre que se hacen bien porque hay arte y trabajo detrás, suelen prosperar. Y en este caso no se le puede poner un pero, no se le puede restar una coma. 

El baluarte de la Candelaria va a ser el escenario perfecto, si esa noche no hay levante, para escuchar el disco de Perrate y reconocer muchos sones perdidos y reencontrados. Allí estará por el mes de agosto. Y pondrá negro sobre blanco, sobre todo, la voz, el aire, el compás, el ritmo, la sabiduría. El son. 

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