"Nudos de vida" de Julien Gracq. Una fascinación sin compromiso.
"...podemos muy bien considerar este mundo una maravilla insubstituible para el hombre, y estar tranquilamente desprovistos de esperanza"
La cita, del autor del libro, podría muy bien servir como carta de presentación. Esa dualidad entre lo hermoso y lo terrible, que, al fin y al cabo, preside la vida de los seres humanos. Grandemente humana es la palabra de Gracq en el texto y también libre, no solo en los temas, sino en sus propias consideraciones, como si no tuviera nada que perder. No es una novela, ni un ensayo, ni un libro de tesis. Es un libro inclasificable en su género pero es un género que nos recuerda otros libros y que nos pone delante otras imágenes. Leyéndolo, he tenido presente a Juan Ramón Jiménez y "Platero y yo", quizá por su prosa poética, que el de Moguer eleva a la cima. Estampas que aquí aparecen organizadas en temas centrales pero que luego se mueven por sí mismas, sin dependencia y florituras. Escritura sencilla, no simple; pura, no vacía.
Nudos de vida es un puñado de fragmentos en prosa poética, organizados en cuatro capítulos que atienden a su contenido: Caminos y calles, Instantes, Leer, Escribir. Los antecede el prólogo que firma Bernhild Boie, profesora honoraria de la universidad de Tours y autora de una tesis sobre Gracq. Conoció al escritor en 1960 y él mismo propuso su nombre para la edición de sus obras que se hizo en La Pléiade. También lo entrevistó largamente y conocía muy bien su faceta de escritor al que no le gustaba el mundo literario, porque se sentía incómodo en él y porque creía que la vida estaba en otra parte. No obstante, dedicó mucho tiempo a escribir y a leer, a comentar sus lecturas y, en suma, a dejar por escrito su propia visión del mundo. Como profesor de geografía e historia que era tenía enorme admiración por los hitos clásicos y por el devenir que hace de la existencia del hombre un espléndido mosaico de inquietud y de certeza. Tomó su nombre de Julien Sorel y de los Gracos, a medias en cada caso. Patrick Modiano dijo que su obra son libros de cabecera que uno puede leer una y otra vez, abriéndolos por cualquier página. Vamos a probarlo.
Página 33: "Hay una sensación de la infancia que ya solo recupero fugazmente". Esa recuperación surge del olor de las altas hierbas de junio en los alrededores de Nantes y de la poesía de Rimbaud, para Gracq, el mayor poeta que ha dado Francia. Los caminos y las calles que describe o, mejor dicho, que muestra, están enlazados con su infancia, su tiempo de estudiante y su descubrimiento de la vida. Sin embargo, en los Instantes hay de todo, frases que podrían pronunciarse en cualquier momento, también en la vejez o en la decrepitud. Desde el latín a su abuelo, desde el comunismo al surrealismo, desde la realidad al libro escrito. Y estas cosas:
"En la actualidad es una suerte para un escritor no haber estado de moda jamás; sino haber permanecido en una zona de retiro y sombra a a que solo acudían los que tenían verdaderas ganas de conocerle". Comprendo que para muchos escritores de ahora mismo esta frase puede parecer incluso una presunción. Alguien dirá: ya te vale, has publicado tus obras en La Pléiade y me sales con esas, con el anonimato, con la vuelta a la caverna. Eso dirán muchos escritores de ahora mismo en relación con la postura de Gracq y tienen una parte de razón porque, para llegar a la negación hay que pasar por la afirmación constante. Gracq anduvo, como diría Machado, muchos caminos y muchas veredas, pero hubo algo que lo asentó en tierra firme al modo en que él mismo quiso hacerlo. Y no es posible para todos lograrlo. Es un raro privilegio, una cuestión que solo atañe a los elegidos. Otra forma de verlo sería expresar la indiferencia que se siente hacia un mundo literario que tiene poco que ver con los libros. O, al menos, con la escritura.
Julien Gracq, 1910-2007, pseudónimo de Louis Poirier, es un profesor que escribía libros o un escritor que enseñaba geografía e historia en algunos institutos de Francia. Su editor de siempre fue José Corti, después de recibir el rechazo de otras editoriales. Con él publicó su obra más célebre "El mar de las Sirtes". Fue también crítico literario y poseía una mente lúcida que acompañaba con una vasta cultura. Cuando fue premiado con el Goncourt lo rechazó porque su postura estaba en contra de los escritores de cara a la galería y de los premios literarios. Por eso vivió discretamente y sin presencia pública apenas. Era un observador activo de la vida y eso fue lo que trasladó a su obra, que tiene un carácter muy especial y que hay que leer a pequeños sorbos, de manera que su esencia no se pierda. Los libros de Julien Gracq no son exactamente nada. Como no le conocía hasta este libro tengo que decir que me ha producido una fascinación sin compromiso, libremente expresada, sin fronteras ni cerramientos, sin vallas. Así es la sensación que produce, que me produce, la lectura de esas pequeñas historias, confundidas con la naturaleza, con el sueño, el deseo, las ideas o la propia vida, que en este libro fluyen.
El blog Calle del Orco habla de él como de la "dicha lingüística" en una entrada de 2013.
En el Diario de Sevilla, Javier González-Cotta reseña su libro "Las tierras del ocaso", una especie de continuación de "El mar de las Sirtes".
Algunas de sus obras son En el castillo de Argol (1938), El mar de las Sirtes (1951) -novela por la que recibió el premio Goncourt, que rechazó-, Los ojos del bosque (1954), El rey Cophetua (1970) y La península (1970). Tras su fallecimiento, en Angers en 2007, se encontró el manuscrito de Las tierras del ocaso (2014).
Nudos de vida, Julien Gracq, 2022, traducción de Lluís María Todó, editado por Ediciones del Subsuelo.
En la página web de Ediciones del Subsuelo aparece el espacio dedicado a Nudos de Vida.
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