"Las hijas del vicario" de D. H. Lawrence

 


Entre las preocupaciones de D. H. Lawrence, que incluye siempre en sus obras, están las diferencias sociales que generan distorsiones en las relaciones humanas. Él mismo vivió en su propia casa la distancia cultural entre un minero sin instrucción y una maestra, lo que fueron sus padres. Esas diferencias las expresa en otros de sus libros. En "El amante de Lady Chatterley" la pasión surge entre la señora de la casa, Connie Chatterley, y su guardabosques, Mellors. Y en "Mujeres enamoradas" las diferentes clases sociales de las hermanas Brangwen y los hombres a los que aman, Birkin y Gerald Crich, las martirizan a las dos secretamente. Hay una escena, en este último libro, en que esto se refleja con toda claridad. Se trata de la boda de la hermana de Gerald y la forma en la que las hermanas Brangwen forma parte, junto con las mujeres de los mineros, del grupo que observa el lujo de los invitados, mientras que ellos están en la élite. 

El vicario de este libro, publicado en 1914, es Ernest Lindley y tiene dos hijas, Mary y Louisa. Cuando toma posesión de una humilde parroquia en Aldecross, toma conciencia de la diferencia existente entre ellos y la gente que acude a su parroquia. Esa diferencia social, tan asumida, le obliga aislarse a él, su esposa y sus dos hijas. La educación que les ha dado a estas, de enorme rigidez, abunda en esa separación social. Por eso son muchachas asustadas, que no tienen claro su futuro y qué pueden lograr en la vida. La novela muestra cómo las dos se acercan al matrimonio, qué clase de parejas encuentran y qué clase de relación va a establecerse entre ellos. 

Una novela corta, escrita al principio de su carrera, pero que tiene ya todos los elementos fundamentales de su obra, su lenguaje terso y bien estructurado, su capacidad de observación y su originalidad a la hora de descifrar los entresijos del alma humana. Esa penetración psicológica es una de la bazas de Lawrence y lo que lo distingue del resto de escritores de su generación. 

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