"La Regenta" de Leopoldo Alas "Clarín"
Tengo por ahí "La Regenta", la novela de Leopoldo Alas "Clarín", en una edición preciosa encuadernada en piel de color rojo, pero que debí devolver en su día a la amiga de la facultad que me la prestó. Creo que es el único caso en que no he devuelto un libro aunque esto no debe ser visto como un mérito porque también es el único caso en que he pedido un libro prestado. El caso es que esta edición de Alba Clásica Maior tiene la belleza de los libros de esta editorial.
"La Regenta" es una gran novela. Siempre que voy a Oviedo pienso en ella y en la forma en que la ciudad muestra allí su peor cara, quizá por eso fue tan mal aceptada y tuvo que imprimirse en Barcelona. El cielo gris representa la opresión de una sociedad que tenía tasadas sus aspiraciones y que había repartido los papeles de una forma o de otra. Sus personajes, tan reales, tienen carne, son de verdad. Y, por eso mismo, terribles.
Ninguno de esos personajes es un ejemplo de nada, ninguno me inspira confianza ni simpatía. Ni siquiera la víctima de todos, Ana Ozores. Una mujer angustiada, siempre nerviosa, que no tiene lo que necesita y que no sabe lo que quiere. Lo bueno del libro es que tiene luces y sombras como ella. Es un personaje ambiguo, una mujer dominada por otros y que no es capaz de revolverse, de buscar su propio camino. Un tipo de mujer que nadie querría imitar. Se la compara mucho con Bovary, pero a mí me parece que Ana Ozores está mejor construida y que Bovary tiene menos intensidad y un peor retrato. Quizá porque la pluma de Flaubert no tiene la firmeza de la escritura de "Clarín". Por cierto, que la segunda y última novela que escribió "Su único hijo" a mí me resulta siempre más rotunda, más certera, más imponente. La prefiero.
Esos tres hombres giran en torno a ella y no hay ninguno bueno. No es como el caso de "Anna Karenina" en la que el conde Vronsky es un verdadero enamorado. No. Aquí todos buscan su propio interés y dejan tirada a Ana Ozores en cuanto ven que les conviene. Son desagradables pero ¡qué bien trazados, qué potentes!. El Magistral, Fermín de Pas, me resulta un absoluto hipócrita, la máxima representación del doble juego y la simulación, alguien en quien no se puede confiar porque tiene siempre presente lo que quiere para sí mismo. Por su parte, Álvaro Mesía, el Don Juan de turno, resulta deplorable en cuanto que es un aprovechado sin tasa, un individuo que, con tal de conseguir sus propósitos, es capaz de jugar (otra vez el concepto) con los demás. Y el marido, ay, el marido, ese Víctor Quintanar que nada sabe ni quiere saber de anhelos, emociones y deseos femeninos. Un absoluto palo de golf.
Me diréis que mi perspectiva es muy actual y que juzgo a los personajes con la visión de hoy. No lo sé. Pero también en esos años del siglo XIX había hombres y mujeres de una pieza, aunque no aparecieran en los libros. Así que todos estos son una muestra evidente y eficaz de algo que "Clarín" quiere mostrarnos: una sociedad totalmente corrupta en la que la individualidad no existe y en la que el peso de los comentarios, de las convenciones y de las hipocresías, machaca al individuo. Naturalismo, sí. Realismo, también. Literatura, desde luego. Pulso vital, por qué no.
Y Vetusta. La que muchos consideran verdadera protagonista de la novela. La ciudad de Oviedo, sus callejuelas junto a la catedral, que me parecieron tan pequeñas y oscuras. La ciudad y sus fuerzas vivas, su miserable sociedad dominante que cree saberlo todo, sus paseos acompañados y su Casino. Un universo plagado de peligros para cualquiera, mucho más para una mujer que no entiende lo que es ni lo que siente.
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