Dirección oeste

 

(Los siete magníficos, John Sturges, 1960)


(Solo ante el peligro, Fred Zinnemann, 1952)


(Duelo de titanes, John Sturges, 1956)

(Grupo salvaje, 1969, Sam Peckinpah)


(El hombre de Laramie, 1955, Anthony Mann)


(El hombre de las pistolas de oro, 1959,  Edward Dmytryk)

(El hombre que mató a Liberty Valance, 1962, John Ford)

(El tren de las 3.10, 1957, Delmer Daves)

Cuando yo era pequeña creía que las películas del Oeste eran esas que se veían en el cine de verano para alegría de los chiquillos, que gritaban cuando venían los buenos, cuando el hombre solitario se salía con la suya y cuando, a veces, la chica y el protagonista acababan juntos. Si te has criado en una familia cinéfila sabes lo que eso significa. Casi todas las noches habrá programa. ¿Qué veremos esta noche? Las revistas de cine estarán en la salita. Conocerás a los actores y actrices, te enterarás de los últimos estrenos. Y alguien, tu madre por ejemplo, dará lecciones de sabiduría cinematográfica al hablarte de los tiempos pasados, los grandes hitos de la historia del cine y cómo este actor se enamoró de aquella actriz. Las familias cinéfilas saben que es un tema de conversación fulgurante para después del desayuno y los hijos tienen tan imbuido ese espíritu de la ilusión que lo van a trasladar a sus hijos. Es así, así se hace. 

Todos los días de mi vida el plan de las noches en las que no se sale es ese: ¿qué película vemos hoy? Los adelantos técnicos contribuyen a que esa realidad sea posible. Y así vamos acumulando un arsenal de películas que llegas a compartir con los hijos y con los hermanos, tanto como antes lo hacías con tus padres. Hablar de cine es un lugar común en las familias cinéfilas. Un lenguaje propio, una manera especial de ver la vida. Es así, así se hace. 

A veces encuentras amigos en esta misma onda. Mi amiga Paqui Rodríguez, por ejemplo. Ella y yo nos entendíamos en clave de cine y nuestras conversaciones podrían haber figurado en una tertulia de esas que comentan en la radio las películas. Incluso los amores tenían su paralelismo en la pantalla. 

Mi madre nos enseñó qué era el cine y nos convirtió en cinéfilos, tanto como mi padre hizo de nosotros lectores contumaces de periódicos. Nosotros hicimos de nuestro hijo lector de prensa, de ensayos, de historia y de tebeos, así como espectador ávido de buenas películas. ¿Qué vemos esta noche? Y así seguimos. Echando tanto de manos a esa tercera persona que venía de otra tradición familiar pero que se convirtió a nuestra religión de las imágenes y los guiones y los géneros. Y es cierto que no coincidíamos en todo. Y que ellos hacían "planes de chicos" muy a menudo para ver su ciencia ficción, su terror o sus películas filosóficas. Pero había dos géneros en los que coincidíamos todos desde siempre: el western y el thriller. Ambos significan el momento de la complicidad, de la emoción y el asombro. Y, de ellos, el western es, además, poesía. Quién dijo que el género estaba muerto???? Vivo y bien vivo. Hermosamente vivo, como esa costumbre inveterada de cada noche ¿qué película vemos hoy?

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Me encanta,mis padres nos educaron de la misma forma.a mi padre le encantaban las películas del Oeste y mi.madre nos inculcó la afición alcine, como hizo mi abuelo con ella. En casa, los hermanos hacíamos cola para leer el periódico, somos 7. La afición a la lectura nos viene por parte de padre, aunque mi madre era también una gran lectora.

Entradas populares