Minucias
Me he regalado a mí misma una agenda anual y unos rollos de pegatinas. La agenda tiene una leyenda en la portada de esas de autoayuda, que parece decir que todo es posible, cuando sabemos que, en realidad, esto no es ni mucho menos verdad. Pero la agenda tiene la obligación de levantarnos el ánimo y de hacernos ver que hay luz al final de cualquier túnel. No me gustan los túneles, dicho sea de paso, ni siquiera en las películas. Creo que hay una en la que pasa no sé qué horrible desgracia en un túnel y está Sylvester Stallone para solucionar el lío, pero te da claustrofobia durante toda la película. En los túneles, salvo que estés al principio o al final, no se ve la luz. Es cierto que leí "El túnel" de Ernesto Sábato, de un tirón. Estaba yo sentada una tarde en casa de una amiga de aquellos años que se llamaba Carmen. Carmen era tan graciosa...Tenía esa gracia, ese ángel, que algunas personas poseen de forma natural y que te hacen reír. Era ingeniosa y sabía sacarle partido a todo. Fuimos muy amigas durante unos años y luego dejamos de serlo. No recuerdo por qué. Sé que no hubo peleas ni encontronazos, simplemente ocurrió y a veces me he preguntado el motivo sin saberlo. Quizá lo hubo pero yo no lo he sabido nunca, ni tampoco lo he preguntado. En ocasiones la echo de menos, porque, ante cualquier situación, Carmen tenía una salida distinta, más original que la de los otros. Pasados los años la he visto alguna vez por la ciudad, pero parece otra persona, más callada y seria que antes, como si la vida la hubiera cambiado, qué sé yo.
Mi agenda tiene mucho espacio para escribir porque, afortunadamente, carece de ese montón de tonterías que llenan otras agendas y que no sirven para nada. En realidad, siempre he tenido agendas y nunca las he usado, bastaba con llevarlo todo en la cabeza. Ahora me ocurre lo mismo pero esta agenda quiero que sea la depositaria de mis tonterías. No de las cosas importantes, porque esas no necesitan escribirse, sino de las ocurrencias tontas, de las pamplinas, de las minucias. Por eso he empezado a decorarla con pegatinas. No sé por qué me gusta eso de coger las pegatinas del papel en que vienen y pegarlas en una superficie. Es un acto tranquilo, entretenido y que te hace pensar solamente en eso, no se va la cabeza volando a otros problemas ni a otras situaciones. Y me encanta centrarme en lo que estoy haciendo con las manos mientras la imaginación, sola, a su libre albedrío, inventa una historia. Precisamente mientras pegaba las pegatinas en las primeras páginas yo estaba pensando en escribir esto. Que no es nada. O sí. Minucias simplemente. Con lo importantes que son, al fin y al cabo.
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