Esta lluvia que ciega los cristales


Fue sábado de lluvia, botas rojas y los versos de Borges. El agua caía como una lisa y fina capa de niebla húmeda. Brillaba. El suelo se movía con las gotas y los árboles susurraban. Todo tenía ese aire improvisado de los días indecisos. Las casas tenían las ventanas semicerradas, la gente dormía a esta hora tan tardía y no había forma de que la calle se llenara de ruidos. El silencio y la lluvia, como una unión que no estaba prevista. Doradas las copas de los árboles, dorados los naranjos, abiertas las flores como huellas perfectas, dorado el suelo y doradas las horas que pasaban sin llamar la atención. Y el cielo de plata, sin aristas. Y una ligera humedad que abrazaba los cuerpos pero sin hacer daño, más bien con cautela. La quietud, el sosiego, la tranquila sensación de un día de fiesta, de un día con música y con sueños. La lluvia.


(Saul Leiter, fotografías) (Título: verso de Borges, poema "La lluvia")

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