Las palabras son alas de mariposa

 


Los que escriben no saben el motivo. No me refiero a los escritores de fama y éxito, que escriben para publicar, saben que sus libros aparecerán en las estanterías de las librerías, obtendrán premios y reseñas, verán la luz y agradarán a sus lectores. Me refiero a los otros. Me refiero a nosotros, escritores sin público, sin editoriales, sin premios, sin lectores. Me refiero a los que escriben palabras sin saber el motivo, salvo que siempre han escrito, salvo que no pueden dejar de hacerlo, salvo que esa es su forma de estar en el mundo. 


Los escritores sin público escriben todos los días, no por disciplina sino porque tienen que hacerlo. Si no escribieran sentirían que hay algo que pugna por salir dentro de ellos, como si una botella de gaseosa nunca dejara salir el aire y explotara hacia el interior. Resulta una tarea ardua porque todas esas palabras, todos esos textos, incluso todos esos libros enteros, parece que no cumplen su misión si alguien no los lee. Y nadie los lee, nadie conoce qué sentido tienen ni por qué se han escrito. Escriben y escriben, para nada. 


No se trata de una pulsión inmediata ni de una cuestión de momentos. Se trata de escribir y escribir, de levantarte de la cama sabiendo que tienes que dedicarle tiempo a escribir, de hacerlo disciplinadamente y de guardar en el archivo del ordenador lo que vas escribiendo. Les pones título, los corriges, incluso piensas en cómo quedaría en forma de libro, pero también sabes que nada de eso va a ocurrir, que siempre serán palabras, palabras como alas de mariposa que se pliegan y no terminan de despegar el vuelo. A veces un blog las recoge y aplicas a ello tu constancia diaria, tu tarea anónima pero persistente. Incluso puede que las cuelgues en tus redes sociales donde a veces alguien se para, aunque pocas veces y poca gente. En todo caso, tus palabras siguen siendo tuyas porque nadie las lee. Alas de mariposa con ese aire de suavidad perenne que conservas incólume aunque cada días estás a punto de tirar la toalla. 

(Imágenes Uta Barth)

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